jueves, 15 de mayo de 2025

BREVE HISTORIA DEL YOGA por Javier Ruiz Calderón - parte 2

5. Tantra y haṭha yoga:

El tantra es una corriente religiosa y espiritual que existe al menos desde el s. VI EC y que ha influido en todas las religiones de la India. Veamos algunas características del tantra hinduista:

Filosofía: Lo Divino tiene dos aspectos: un Īśvara («Dios», aspecto masculino) pasivo y trascendente al mundo y una Śakti («la Fuerza», aspecto femenino) activa e inmanente en el universo material. Todo es divino. El hinduismo en general admite que además de nuestro cuerpo físico tenemos un cuerpo sutil; pero el tantra describe detalladamente su «fisiología mística»: la fuerza vital (prāṇa) circula por canales sutiles (nadīs) que se conectan entre sí formando plexos sutiles (cakras). En el cakra situado en la parte inferior del cuerpo reposa Kuṇḍalinī Śakti, la «Fuerza Enroscada», una serpiente que representa simbólicamente toda la energía del universo. El objetivo de la práctica espiritual tántrica es purificar las nadīs y despertar la Kuṇḍalinī, para que esta vaya ascendiendo por el canal central activando los cakras y con ellos las capacidades del individuo, desde las más toscas hasta las más elevadas. Cuando llega al séptimo cakra, situado en la parte superior de la cabeza, Kuṇḍalinī se une con Śiva, la divinidad trascendente, el yogin entra en samādhi (absorción mental), experimenta el carácter divino de todo lo real y, cuando por la práctica esta experiencia se vuelve habitual y espontánea, alcanza la liberación.

Práctica: Lo propio del tantra es que busca trascender la naturaleza apoyándose en ella (como cuando uno se cae al suelo se levanta apoyándose en él), y por eso emplea partes de la persona que no suelen utilizar otras formas de espiritualidad: la imaginación (visualizaciones), las energías sutiles, el cuerpo físico, el deseo... En algunas corrientes se llegan a realizar prácticas antinómicas
—es decir: que van contra las normas sociales corrientes—, como por ejemplo hacer el amor sin estar casado, comer carne, beber alcohol, etc.

El haṭha yoga (yoga de la «obstinación/fuerza/violencia»)es una tradición tántrica, que busca —como todas las formas de yoga— el control de la mente, pero intenta lograrlo específicamente mediante el control del cuerpo y las energías sutiles. Esta forma de yoga se desarrolló en la tradición nāth, una forma de śaivismo adualista cuyo fundador fue Goraknāth (c. s. X EC) y cuya obra más conocida es la Haṭha Pradīpikā (c. s. XV EC).

Algunas prácticas características del haṭha yoga son:
a) Posturas del cuerpo, ya no solo de meditación sino pensadas para producir determinados efectos físicos, energéticos y mentales.
b) Prácticas de limpieza del cuerpo físico.
c) Ejercicios de respiración para limpiar las nadīs, controlar el prāṇa y despertar la Kuṇḍalinī.
d) «Sellos» y contracciones musculares, para bloquear y dirigir la circulación del prāṇa.
e) Meditación en los sonidos interiores.

La práctica combinada de estas técnicas purifica los cuerpos físico y sutil, regula la fuerza vital, despierta la Kuṇḍalinī y los cakras y lleva al samādhi y la liberación. Es un yoga completo por sí mismo, no una preparación para yogas más elevados, como se dice en ocasiones.

6. Yoga de la devoción (bhakti yoga):

Encontramos este yoga sobre todo a partir de la Bhagavadgītā. Después lo hallamos en los purāṇas, en poetas místicos devocionales, etc.

El yoga de la devoción presupone una concepción personal de lo divino: hay un Dios (o Diosa) único que es el creador, conservador y destructor de todo cuanto existe; es omnipresente, omnipotente y omnisciente; es el soberano del universo; y salva a sus devotos por su gracia. Más adelante se le llega a atribuir también amor infinito, «dulzura». Hay teologías devocionales dualistas (de la diferencia entre Dios, las almas y el mundo) y adualistas (de la identidad entre esas tres realidades); pero las más extendidas son las teologías de la identidad en la diferencia, que defienden una visión del mundo «pan-en-teísta»: las almas individuales y el mundo material existen
eternamente en Dios.

Cada devoto (bhakta) tiene una «deidad elegida» (īṣṭa devatā) que es su objeto de devoción. La mayor parte de los devotos lo son de Śiva, Viṣṇu o la Diosa. Para ellos, su deidad amada no es un dios entre otros sino la divinidad única. Los demás dioses se consideran aspectos o manifestaciones de esa divinidad suprema.

La práctica de la devoción recorre tres grandes etapas: 1) Acción purificadora: rituales, servicio de la Divinidad, cumplimiento de los deberes sociales y religiosos (el dharma). 2) Comprensión de la grandeza y la dulzura del Dios. 3) Entrega confiada y amorosa en manos de la divinidad, en la fe de que todo lo que nos ocurre es por su voluntad y es lo mejor para nosotros.

El devoto puede adoptar diferentes actitudes ante la divinidad: la de ser el servidor del Señor o la Señora del universo; la de ser el hijo del Padre celestial o la Madre cósmica; la de ser el amante del
Amado divino; o una actitud de serenidad y paz interior ante la Trascendencia.

Algunas prácticas características del camino de la devoción son: oír la narración de historias sobre la Divinidad; la oración personal o colectiva; cantarle a la Divinidad (bhajans; el canto devocional se llama sankīrtan cuando una persona dirige el canto y las demás repiten lo que aquella va cantando); servirla y adorarla (en imágenes, interiormente o en todos los seres); etc. La práctica principal es el recuerdo continuo de la omnipresencia del ser divino. Una técnica muy eficaz y extendida para facilitarlo es el japa: la repetición vocal o mental de mantras (sílabas, palabras o frases que evocan lo Divino).

La devoción inferior consiste en pedirle a la divinidad que satisfaga las necesidades mundanas. Un nivel más elevado de devoción es la que solo desea la unión con Dios y la liberación de la existencia mundana. Más adelante ya no se Le pide nada a la Divinidad, en la certeza de que Ella sabe y nos da lo que es lo mejor para nosotros; solo se La alaba y se Le da gracias por todo.

Finalmente, el amante se une con el Amado y se produce la unión mística entre ambos.

7. Yoga de la acción (karma yoga):

El texto clásico sobre esta forma de yoga es la Bhagavadgītā. Los principios fundamentales del yoga de la acción son los siguientes:

La acción que se realiza para satisfacer deseos ata a la existencia limitada. El karma yoga consiste en dejar de actuar por satisfacer deseos (renuncia) y actuar desinteresadamente; es decir, en actuar
por cumplir el propio dharma (deber) familiar, social y laboral lo mejor posible, pero sin estar obsesionado por los resultados, que no están en nuestras manos.

La acción yóguica es eficaz y desapegada y se caracteriza por la cualidad del equilibrio (sattva). Las otras formas de actuar que no son yóguicas son la acción apegada caracterizada por la pasión
(rajas) y la acción perezosa caracterizada por la pasividad (tamas).

El yoga de la acción solo puede practicarse basándolo en el yoga del conocimiento (es decir, en la conciencia de que «yo soy el ātman inmutable, que no actúa ni padece»), en el yoga de la concentración (acción atenta, plenamente concentrada) o en el yoga de la devoción (en la fe de que todo lo hace Dios y yo soy un mero instrumento en sus manos; o también en la realización de
acciones como adoración a Dios).

arte de Maniam Selven



8. El yoga contemporáneo:

a) Como camino espiritual
El yoga contemporáneo se inicia con Śrī Rāmakṛṣṇa (1836-1886), sacerdote de un templo de la diosa Kali en Calcuta. La intensidad de su devoción a la diosa le hizo tener frecuentes éxtasis e incluso ser tenido por loco. Experimentó con distintos caminos espirituales, tanto hinduistas (tantra, vaiṣṇavismo, vedānta) como no hinduistas (islam, cristianismo), y comprobó que todos ellos llevaban al mismo estado. Eso le hizo llegar a la convicción de que todas las religiones y caminos espirituales pueden llevar a la santidad y la liberación.

Su discípulo Svāmī Vivekānanda (1862-1902), culto y de familia acomodada, asumió el hinduismo abierto de su maestro y lo combinó con la influencia de Occidente, creando de ese modo el «neohinduismo» o «neovedānta», en el que se unen la racionalidad occidental con la espiritualidad india tradicional. Su propuesta tuvo un gran éxito en el Parlamento de las Religiones de Chicago de 1893 y en el mundo en general, lo que dio lugar al llamado «renacimiento hindú». Con Vivekānanda pasó a primer término la idea tan extendida en el hinduismo contemporáneo de que la visión de la Divinidad en todos los seres debe expresarse en el amor al prójimo y el servicio desinteresado, que de esa manera se convertiría en la mejor manera de adorar a Dios y de purificar la mente. Fue uno de los primeros en hablar de los tres / cuatro yogas (acción, devoción, conocimiento / concentración) y en proponer una práctica combinada de los diferentes caminos, predominando uno de ellos según el temperamento del aspirante. Creó la Ramakrishna Mission, dedicada a la difusión del conocimiento espiritual y la acción humanitaria. Su influencia en el hinduismo y el yoga contemporáneo ha sido inmensa.

Śrī Aurobindo (1872-1950) fue una persona con una gran formación académica. Empezó siendo un político independentista, lo que le llevó a la cárcel. Después se retiró en Pondicherry (India francesa) para dedicarse al yoga y la filosofía. En su obra La vida divina expuso un gran sistema filosófico en el que describía la evolución del universo como un camino de retorno hacia una Unidad original perdida. Este proceso se aceleraría por medio del «yoga integral», en que proponía una combinación de los cuatro yogas de Vivekānanda con el tantra. La meta de la vida no sería solo la liberación individual sino, más allá de ella, la divinización del mundo, que no concibe como en último término ilusorio, como afirma el advaita vedānta, sino como real.

Ramaṇa Mahāṛṣi (1879-1950): A los diecisiete años de edad tuvo una experiencia de la mortalidad del cuerpo que le permitió desidentificarse de él e iniciar una época de práctica espiritual intensiva que culminó en su liberación. Para ello se retiró a la montaña sagrada de Arunáchala, donde vivió el resto de su vida. Ramana es el representante más conocido del yoga del conocimiento en el siglo XX. La práctica que proponía era la autoindagación: reflexionar críticamente sobre la pregunta «quién soy yo» y abrirse a la respuesta que surja del interior.

Paramahaṃsa Yogānanda (1893-1952) fue un yogui que se instaló en Estados Unidos en 1920, año en que también fundó la Self-Realization Fellowship, que después se extendió por todo el mundo. En 1946 escribió la popularísima Autobiografía de un yogui, en la que se combina la espiritualidad más profunda con muchos fenómenos paranormales y sucesos esotéricos que en ocasiones pueden parecer quizá demasiado imaginativos. En su enseñanza ocupa un lugar importante el kriyā yoga: ejercicios tántricos de respiración y meditación.

Svāmī Śivānanda (1887-1963): Después de trabajar como sanitario en Malasia, se hizo renunciante y se retiró a Rishikesh, en el Himalaya, donde se dedicó a la práctica espiritual y el servicio desinteresado. Tras alcanzar la liberación alrededor de 1930, fundó la Divine Life Society. Lo que propone es un «yoga de la síntesis» que combina los cuatro yogas principales con el haṭha yoga. Tuvo brillantes discípulos que se mantuvieron en la DLS o fundaron sus propias organizaciones internacionales (más adelante mencionaremos a dos de ellos).

El maestro del estanquero de Bombay Nisargadatta Mahārāj (1897-1981) le explicó que él era el Brahman. Nisargadatta le creyó y desde entonces se dedicó a recordarlo continuamente. Tras tres años de práctica espiritual intensiva, alcanzó la liberación. Su enseñanza es una brillante versión del yoga del conocimiento que se recoge especialmente en el ya clásico Yo soy Eso: una recopilación de sus conversaciones con las personas que acudían a visitarle.

Anandamayī Mā (1896-1982) es la maestra india femenina contemporánea más conocida. No tuvo maestro ni realizó una práctica espiritual explícita, pero se inició a sí misma y alcanzó la conciencia de su identidad con el Todo. Se presentaba como la «hija» de todos (la mayor parte de las maestras adoptan, por el contrario, una actitud de madre ante sus discípulos), y enseñaba una combinación de sabiduría adualista y devoción.

Svāmī Muktānanda (1908-1982) describió todo su recorrido espiritual en El juego de la Conciencia. Llamó a su enseñanza, muy influida por el adualismo tántrico del Śaivismo de Cachemira, siddha yoga. Dejó dos sucesores, que pronto separaron sus caminos.

Mātā Amṛtānandamayī (Ammā) nació en Kérala en 1953. Desde pequeña demostró una gran devoción y compasión por todos los seres. En la adolescencia alcanzó la liberación y desde entonces se dedica a servir a la humanidad. Es muy popular por la bendición en forma de abrazo que ofrece a todos los que acuden a ella, que se cuentan por decenas de millones. Pero además es una maestra espiritual con muchos discípulos y āśrams (centros espirituales) y la promotora de una ingente obra social.

b) El yoga «moderno»:

Desde principios del siglo XX empezó a existir lo que actualmente solemos llamar «yoga» y que para simplificar voy a llamar «yoga moderno», es decir: las «clases de yoga» colectivas impartidas por «profesores» de yoga. Este nuevo yoga consiste en ejercicios que combinan algunas técnicas físicas y mentales del yoga tradicional con la gimnasia india y occidental, y puede practicarse con finalidad espiritual —es decir, vinculado al yoga tradicional—, o sin ella —es decir, buscando tan solo mejorar la forma o el aspecto físico y la salud física y mental, tanto preventiva como terapéuticamente—. Se discute si es correcto llamar «yoga» a esta nueva disciplina, dadas sus grandes diferencias con el yoga tradicional; pero es una denominación que se ha impuesto, y de hecho es lo que mayoritariamente hoy se conoce como «yoga».

Entre los iniciadores del yoga moderno se encuentran: Shri Yogendra (1897-1989), que en 1918 fundó en Bombay «The Yoga Institute», el primer «centro de yoga», en el que empezó a popularizar las «clases» de yoga, y que en 1919 viajó a Estados Unidos, aunque todavía sin gran éxito. Y Svāmī Kuvalayānanda (1883-1966), que en 1920 empezó a realizar investigaciones científicas sobre los efectos de las prácticas yóguicas y en 1924 fundó el instituto Kaivalyadhama (en Lonavla, cerca de Bombay), que desde entonces se ha dedicado a la enseñanza y la investigación científica sobre el yoga.

Pero el profesor de «yoga moderno» más influyente ha sido Tirumalai Krishnamacharya (1888-1989). Era un erudito, yogui y médico ayurvédico que fue contratado como profesor de yoga en el palacio del Mahārāja de Mysore desde 1926. En 1933 creó en ese palacio el Yogashala («sala de yoga»). Dificultades económicas hicieron que en 1952 se instalara definitivamente en Chennai. Su enseñanza acabó caracterizándose por el cuidado con que la adaptaba a cada individuo, por no tratarse tanto de āsanas (posturas) como de vinyāsas (movimientos) acompañados de respiración y por la importancia que concedía al canto védico y al estudio de los Yogasūtras como complemento de las prácticas físicas. Pero lo que le convierte en el verdadero «abuelo» del yoga moderno es que varios de sus discípulos han acabado siendo influyentes profesores de yoga conocidos internacionalmente. Solo vamos a mencionar a tres:

Pattabhi Jois (1915-2009) estudió con Krishnamacharya a partir de 1927. En 1948 creó su propio centro en Mysore. El estilo de yoga que enseña se llama aṣṭāṅga (vinyāsa) yoga y se caracteriza por series fijas de movimientos, realizadas respirando en ujjāyi (con la glotis semicerrada), con bandhas (contracciones musculares), mantras y la mirada enfocada en direcciones determinadas. La práctica se realiza individualmente con supervisión del profesor. Es
una forma muy dinámica de yoga, que Krishnamacharya enseñó a Pattabhi Jois y a otros jóvenes a los que daba clase en aquellos años pero que quizá no sea adecuada para todo el mundo, por el
riesgo de lesiones que conlleva.

B. S. K. Iyengar, nacido en 1918, ha acabado convirtiéndose en el profesor de yoga más conocido internacionalmente. Estudió con Krishnamacharya algún tiempo a partir de 1933, pero dice que aprendió sobre todo a partir de su propia práctica. En 1937 empezó a dar clases en Pune, cerca de Bombay. Empezó a ser conocido en Occidente desde los años cincuenta del siglo pasado. En 1966 publicó su primer libro, el popular Luz sobre el yoga. Su estilo de yoga se caracteriza por una minuciosa práctica de āsanas.

T. K. V. Desikachar nació en 1938 y es hijo de Krishnamacharya. Empezó a estudiar yoga con su padre desde los años sesenta hasta el final de la vida de este, por lo cual se le puede considerar el más fiel representante de su enseñanza definitiva. En 1976 fundó el «Krishnamacharya Yoga Mandiram» (Chennai). A su estilo de yoga se le llama en ocasiones viniyoga, término que significa «aplicación», por insistir en la necesidad de adaptar las técnicas a las características individuales de cada alumno o paciente.

Otra importante tradición de yoga moderno es la originada en el ya mencionado Svāmī Śivānanda, que publicó su libro Hatha yoga en 1939 y cuyo enfoque de la práctica de yoga no es meramente «higiénico» (salud física y mental) sino plenamente espiritual. En los años cuarenta empezaron a llegar a su āśram unos cuantos aspirantes espirituales que acabaron siendo conocidos maestros de yoga. Cada uno de ellos adaptó a su manera el «yoga de la síntesis» de su maestro. Los más influyentes en este “yoga moderno” del que estamos hablando han sido: Svāmī Viṣṇudevānanda (1927-1993), que viajó a Occidente en 1957; escribió dos competentes manuales de yoga: El libro de yoga (1959) y Meditación y mantras (1978); y desde 1969 empezó a impartir los cursos de formación de profesores de yoga en los que se han formado desde entonces más de treinta mil alumnos en todo el mundo. Y Svāmī Satyānanda (1923-2009), el discípulo más tántrico de Śivānanda, que complementó el yoga de la síntesis de su maestro con una práctica sistemática del haṭhayoga y kriyās (técnicas combinadas) tántricas y en 1950 fundó la importante Bihar School of Yoga.

Otra forma de yoga muy difundida en las últimas décadas es el kundalini yoga de Yogui Bhajan (1929-2004), miembro de la religión sikh, maestro espiritual, empresario y fundador de una
ONG. Empezó a enseñar esa forma de yoga en 1968. Su propuesta combina prácticas tántricas de haṭhayoga, kriyās y meditación con prácticas devocionales y de servicio desinteresado. Su enfoque
integra creencias características de la llamada «Nueva Era» (Recordemos que casi todos los yogas tántricos —incluido el haṭhayoga— son kuṇḍalinī yoga, ya que buscan el despertar de la Kuṇḍalinī; el del Yogui Bhajan es uno más entre otros).

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