lunes, 22 de junio de 2020

LOS GRADOS DEL YOGA por Ramiro Calle

Hay que reconocerle un mérito innegable a Patanjali, y es el de haber recogido en sus Aforismos las técnicas más importantes del yoga y haber clasificado este sistema de una forma muy oportuna. Los grados (angas) expuestos por Patanjali, que suman el número de ocho, son en realidad comunes a todas las formas del yoga, aunque con variantes y diversos matices. Los dos primeros grados, Yama y Niyama, deben ser observados por todos los yoguis en general. Los grados tercero y cuarto, asana y pranayama, son instrumentos útiles para la búsqueda interior y pueden servirse de ellos los practicantes de las diferentes modalidades yóguicas. Los grados quinto, sexto y séptimo, pratyahara, dhanara y dyana, aun siendo técnicas básicamente radja-yoguis, son utilizados por todas las modalidades yóguicas, pues la concentración y la meditación lo mismo son utilizadas en el Kundalini-yoga que en el Bhakti-yoga, que en el Gnana-yoga, que en los otros yogas. El grado octavo, samadhi, es el estado superior al que aspira todo yogui y que puede obtenerse a través de una u otra modalidad yóguica.

Patanjali ha escalonado estos grados admirablemente. El practicante debe prepararse moral, fisiológica, mental y espiritualmente; debe, pues, extender su control a todos los elementos constitutivos de su ser. Se exige, inevitablemente, una formación moral y mental para realizarse espiritualmente.

Ramiro Calle

YAMA: Bajo el término Yama se agrupan una serie de reglas morales que tienden al perfeccionamiento interior del individuo. Tales son:

AHIMSA o la no-violencia: Esta regla es aceptada por la gran mayoría de las doctrinas indias y Gandhi la llevó hasta su máximo grado. La no-violencia entendida en su sentido más estricto implica una absoluta carencia de agresividad y un sólido respeto por toda forma de vida, incluso la de los seres más insignificantes en apariencia. Toda reacción hostil debe controlarse. La violencia debe ser descartada de los pensamientos, los sentimientos, la palabra y la obra. Ninguna forma de violencia es aceptable, ni la física, ni la mental, ni la moral. Debe hacerse lo posible por combatir el odio, el egoísmo, la agresividad y otras cualidades negativas por medio de la no-violencia. En todo momento y circunstancia debe el practicante de yoga imponerse un estado de serenidad lo más distanciado posible de la violencia. No ser violento no significa, sin embargo, no ser enérgico y resistente. Gandhi nos enseñó cómo combinar ambas cosas.

SATYA o la Verdad: Esta es una regla fundamental para todo aquel que quiera perfeccionar su mundo interior y realizar el Yo. La mentira todo lo enturbia y oscurece, todo lo empobrece y minimiza. Únicamente en la Verdad puede encontrarse la realidad interior, únicamente en la Verdad puede liberarse el atmán. Cada día es más difícil sostener la Verdad; cada día es más difícil vivir en la Verdad. Pero el practicante debe intentarlo con tenacidad, debe hacer de la verdad su lema. La verdad evita todo cinismo o hipocresía. Vivir en la verdad y pensar de acuerdo a la verdad es necesario para quien quiera trascender a una dimensión más allá de la puramente sensorial. Sin la verdad el hombre (microcosmos) no puede aspirar a entrar en comunión con el Alma Universal (macrocosmos). La verdad purifica y hay que ser absolutamente puro para penetrar en el Universo. Debe evitarse la mentira y aquello que origine la mentira o pueda facilitarla; debe evitarse la calumnia y el equívoco; debe evitarse la crítica destructiva. Debe vivirse de acuerdo a la propia verdad interior y realizarse uno a través de ella. No se debe menospreciar la verdad, ni debe disfrazarse, ocultarse o tergiversarse. Debe interiorizarse la verdad y alimentarse uno de la verdad. Aquel que viva a través de la verdad será tolerante, amoroso, comprensivo, amable con los demás; aquel que viva la verdad llevará la verdad hasta los demás mediante sus pensamientos, palabras y actos. La verdad apoya la no-violencia como la no-violencia apoya la verdad. La verdad está dentro de todo ser humano y hay que trabajar para encontrarla. La verdad en el Sí-mismo y a través del Sí-mismo. Entonces la persona bebe en las transparentes aguas de la Verdad.

ASTEYA o no robar: Todos los sistemas religiosos critican severamente el robo. Nadie debe apropiarse de aquello que no es suyo. Pero no hay que entender el robo tan solo materialmente. Hay que entenderlo en todo su hondo significado. No se deben robar ni bienes materiales, ni mentales, ni morales. No se debe usurpar lo que es de otros. Nadie debe aprovecharse de aquello que a otro pertenezca y que puede ser o no algo material. 

Roban aquellos que utilizan a los otros, aquellos que explotan los sentimientos ajenos, aquellos que se apropian de ideas o proyectos. Se puede robar el amor, la amistad, incluso la vida de otra persona. Todo robo está fuera del yoga, es un impedimento en la comunión con la Totalidad.

APARIGRAHA o no ambicionar: La ambición es un grave obstáculo para el practicante, porque ella nunca termina por satisfacerse y es capaz de devorarlo todo. Son muchas las personas esclavizadas por su propia ambición, por su descontrolado deseo de posesión. Cuanto más se posee, más se quiere poseer. Lo malo, desde luego, no es poseer, sino dejarse poseer por lo poseído, dejarse dominar por el ansia de posesión. La ambición no hay que entenderla únicamente en su sentido meramente material. 

Igualmente esclaviza la ambición de poder o cualquier otro tipo de ambición. El ser humano, además, cuando está condicionado por la ambición, canaliza todas sus energías para satisfacer o tratar de satisfacer esa ambición y carece de ellas para aplicarlas al autodesarrollo y purificación.

Un ser humano controlado por la ambición puede llegar a realizar actos deshonestos que en nada favorecen su evolución. La ambición, si no se lucha contra ella, puede llegar a convertirse en una obsesión; puede provocar graves frustraciones y neurosis. El yogui se esfuerza por no dejarse condicionar por nada, por evitar toda atadura de cualquier tipo que sea. Todas sus energías las dirige el yogui hacia su objetivo fundamental: la autorrealización.

BRAHMACHARYA o abstención sexual: El yogui pretende conservar siempre una posición de dominio sobre todo su ser y todos sus impulsos. Evita, pues, el que el sexo pueda condicionarlo, aunque no sea abstinente. No todos los yoguis observan la brahmacharya. Depende del yogui, de sus aspiraciones y de su forma de vida. Se considera que la brahmacharya no es en absoluto necesaria, aunque representa una ayuda en el proceso de autorrealización, pues hace posible un ahorro de energías que el yogui puede utilizar para su desenvolvimiento superior. El yogui puede estar casado y mantener perfectamente relaciones sexuales con su mujer. Muchos maestros consideran incluso que esto es conveniente, pues así el yogui tiene canalizadas sus energías sexuales.

Los yoguis renunciantes o los que viven en comunidad son frecuentemente los que observan de forma rigurosa la brahmacharya, absteniéndose de toda relación sexual.

La brahmacharya no debe provocar la represión. Todos los yoguis con los que he hablado están de acuerdo en señalar la represión como muy nociva. No se trata de reprimir la sexualidad, sino de trascenderla. Cuando el ideal es muy sólido, la sexualidad es automáticamente trascendida sin esfuerzo alguno y entonces no hay represión. Por otra parte, un yogui puede llevar una vida sexual normal sin dejarse aprisionar por el sexo. La actitud mental juega siempre y en todo caso un destacado papel. Un hombre puede, por ejemplo, no mantener ninguna clase de relaciones sexuales y estar sin embargo, poseído y esclavizado por el sexo, que absorbe su mente y la condiciona. La auténtica brahmacharya no consiste tan solo en la abstención sexual propiamente dicha, sino en mantener la mente alejada de todo contenido sexual. El brahmachari, cuando persigue un ideal elevado y este adquiere todo su vigor en su mundo interior, se aparta de la sexualidad con relativa facilidad. El control no debe llevarse únicamente al exterior; el control debe estar también en la propia mente. Si un practicante se abstiene, pero no logra apartarse asimismo de sus fantasías sexuales y permanece dominado por las mismas, no estará realizando brahmacharya, sino represión, y de tal represión pueden surgir graves y complejos trastornos psíquicos. El yogui tiene absoluta libertad para ser o no brahmachari, según su propia estimación.

La brahmacharya tiene como objeto la transmutación de la energía sexual en energía espiritual (Ojas Mukti). No obstante, este proceso de transmutación de la libido en energía espiritual requiere tiempo y un considerable adiestramiento.

Cuando la persona se deja arrastrar por algo, sea lo que fuere, sus energías se ven mermadas y la evolución se retarda. El yogui, no lo olvidemos, se aparta de todo aquello que no le permita avanzar tan de prisa como él desea. Pero este apartamiento, tampoco lo olvidemos, es más una actitud interior que exterior.

NIYAMA: El Niyama comprende un conjunto de normas de purificación tanto internas como externas.

SAUCHA o limpieza externa e interna: El yogui debe mantener limpios su cuerpo y su mente. El cuerpo es un instrumento, un vehículo, y merece la atención de su poseedor.
Debe mantenerse puro, higienizándolo tanto como sea necesario. El pranayama y una dieta sattvica lo mantendrán en excelente estado de salud y pureza.

La pureza interior se logra mediante la meditación y una adecuada conducta. El practicante debe cultivar sus cualidades, emociones, pensamientos y sentimientos positivos, despojándose de los negativos; debe cambiar sus hábitos negativos en positivos; debe adiestrarse en el contento, la tolerancia, el amor.

TAPAS o austeridad: La disciplina es imprescindible en la vida de un yogui. Es la disciplina la que permite el control en todos los niveles; es la disciplina la que fortalece la voluntad y el carácter. Únicamente mediante la disciplina puede el yogui liberarse de sus cualidades negativas y apropiarse de las positivas. La disciplina hace posible la austeridad y, viceversa, la austeridad acentúa la disciplina. La austeridad evita la disipación, prepara sólidamente al individuo y le ayuda a mantener presente su ideal. Mediante la austeridad se purifica el mundo interior. El esfuerzo es necesario si el individuo quiere evolucionar; ese esfuerzo personal que cuanto mayor sea más le aproximará a la experiencia liberatoria. Si el practicante de yoga se dispersa, su entrenamiento resultará insuficiente.

Dice Patanjali: «El resultado de tapas es fortalecer la mente y el cuerpo, eliminando las impurezas.» Tapas es un medio, no una finalidad. Tapas no es mortificación ni ascesis en el sentido exacto de la palabra. Tapas favorece el control sobre la forma de ser, la mente y el sistema emocional. No todos tienen que servirse de tapas, pero tapas es siempre una ayuda, al menos al principio del camino.
En tanto la persona no haya logrado superar toda impureza, el Yo no se manifestará.

Tapas acelera el proceso de aproximación al Sí-mismo. Para aquellos que ya han arrojado la suficiente luz sobre su mundo interior, tapas ya no es necesario, aunque muchos yoguis lo observan durante toda su vida, incluso después de haber experimentado el samadhi.
Hay tres formas de tapas: tapas sobre el cuerpo (kayica), tapas sobre la palabra (vschika) y tapas sobre la mente (manasika).

SANTOCHA o contento: El yogui debe escapar a la dinámica de los pares de opuestos, debe trascender la dualidad placer-dolor, debe establecerse en un plano de serenidad y satisfacción. «De la alegría —explica Patanjali— surge la suprema dicha.» El yogui aprende a no dejarse encadenar por el dolor ni por el placer, que son las dos caras de una misma moneda. Mediante el adiestramiento en el desapego, el yogui aprende a sustraerse a todo aquello que en el hombre común causa dolor. Al no desear no hay posibilidad de que sus deseos se vean frustrados y le causen dolor; al renunciar a los resultados de sus obras, no encuentra motivo de preocupación o inquietud en tales resultados.

El yogui evita la identificación con sus estados anímicos y los supera. No se deja atrapar por las emociones negativas. Trata de vivir en la paz y en el contento. Un estado de ánimo equilibrado y sereno facilita el trabajo interior y se refleja en la propia conducta. La depresión, la ansiedad, la angustia y otros estados anímicos negativos son un obstáculo, por lo general, para efectuar las técnicas de introspección.

El yogui debe desconfiar del dolor y, también, del placer. Debe ser moderado en uno y otro, manteniendo una actitud interior de aceptación y serenidad cuando uno y otro se manifiesten. Si una persona persigue constantemente el placer, también constantemente se encontrará con el dolor, porque en tal caso la ausencia de placer se convierte en dolor.

Solo aquellos que logran mantenerse serenos en el placer y en el dolor pueden armonizar su mundo interior y elevarlo por encima del mundo fenoménico. La alegría, el contento interior y la calma ayudan al practicante y estimulan favorablemente a los demás. Hay que imponerse una actitud mental de contento, que aunque al principio sea provocada, o artificial si se quiere, terminará, por la fuerza del entrenamiento y del hábito, por hacerse natural y espontánea. El adiestramiento es primordial en todos los sentidos. Mediante el adiestramiento un hombre puede hacerse, transformarse y realizarse.

SWADYAYA o estudio de la Verdad y de sí mismo: El practicante de yoga debe aspirar a la Verdad. Para ello no debe regatear esfuerzos ni sacrificios. El sadhaka tiene que prepararse sólidamente, atendiendo a su mente y a su moral. Se requiere el conocimiento de sí mismo, que se obtiene mediante la introspección y el autoanálisis.

ISWARAPRANIDHANA o el pensamiento constante en el Divino: Cabe pensar que el yoga arcaico haya podido desconocer o ignorar la divinidad, pero el yoga sistemático incorporó a su contenido la divinidad como instrumento altamente valioso para la autorrealización.

El yogui puede autorrealizarse mediante el adiestramiento de su mente, mediante la obtención del conocimiento superior, mediante la acción desinteresada y, posteriormente, mediante el pensamiento constante en la divinidad, que se torna así un modelo para el aspirante y, también, un colaborador. Isvara se convierte en un soporte divino para la mente del practicante. Patanjali explica: «Mediante el ofrecimiento de todo a Isvara sobreviene el samadhi.» Y ya nos encontramos en esta afirmación ante el yoga devocional en su más amplia concepción. El bhakti-yogui no solamente mantiene de forma permanente su pensamiento en la divinidad, sino que actúa por y a través de la divinidad y para la divinidad.

ASANA: El asana es el tercer miembro que indica Patanjali y se le dedican muy pocas palabras en Yogasutras. Hay numerosos asanas. Son posiciones corporales que ejercen efectos positivos sobre el cuerpo y sobre la mente. Los asanas de meditación son empleados por los practicantes de las diferentes modalidades yóguicas, en tanto que el resto de los asanas son únicamente efectuados por los practicantes de Hatha-yoga.
Mediante los asanas se obtiene la tranquilización del contenido mental y el pratyahara o retracción de los sentidos.

PRANAYAMA: El pranayama representa el control sobre la respiración y se caracteriza por la retención del aliento (kumbhaka). Existen numerosas técnicas de pranayama, que se proponen influir positivamente sobre el organismo, el cuerpo sutil y la mente. Algunas de estas técnicas son de muy difícil ejecución y se requieren varios años de práctica para poder efectuarlas y lograr que desprendan todos sus benéficos efectos.

PRATYAHARA: Representa el control sobre los sentidos, dominando su dinámica y evitando así la alteración del contenido mental.

DHARANA: Dharana es la fijación de la mente en un solo punto con exclusión absoluta de todo lo demás. Es una técnica fundamental del yoga, por medio de la cual se logra la unidireccionalidad de la mente. En el dharana intervienen tres elementos: el sujeto, el objeto y proceso de la concentración. Cuando el dharana se consigue en su plenitud desaparece toda multiplicidad y el sujeto y el objeto se fusionan, formando una unidad.
El dharana combate la agitación de la mente y canaliza sus energías.

DHYANA: Dhyana es la prolongación del dharana. Cuando el dharana se mantiene por sí solo, continuadamente, sobreviene el dhyana. Dhyana es un término que se traduce por meditación, pero su técnica es diferente a la meditación occidental, que se basa únicamente en el análisis intelectivo. Hay muchas clases de dhyana y hasta que no se obtienen los grados más elevados del mismo, intervienen en su práctica los sentimientos, las emociones y los pensamientos. Gradualmente, mediante el tenaz adiestramiento, se trasciende el pensamiento dual y se va rescatando el conocimiento intuitivo. Existe
meditación con soporte (basada en algo concreto) y meditación sin soporte (en algo abstracto).
Según Patanjali la meditación es «una corriente de pensamiento unificado».

La meditación tiende a la superación de los contrarios. Es un valioso procedimiento que le permite al practicante la aproximación a la realidad interior.

SAMADHI: Todo practicante de yoga aspira a la consecución del samadhi; al menos ese es su más ambicioso objetivo. El samadhi es un destello de luz en la oscuridad, es una mirada clarividente a muchas cosas hasta entonces confusas, es la manifestación de la Totalidad en uno mismo. El samadhi ilumina al que lo experimenta, lo eleva a la categoría de hombre-dios.

Hay diversos grados de samadhi. El superior es aquel que rompe toda dualidad, que anula toda consciencia de la propia individualidad y, por el contrario, facilita la consciencia, lúcida e intensa, de la Unicidad.


- Fuente: "La Sabiduría de los Grandes Yoguis" de Ramiro Calle

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