viernes, 13 de mayo de 2022

PRANA, EL FLUIR DE LA ENERGÍA por Michael Stone

arte de Amuruga Manivelu
Prāna es un término misterioso, que suele aplicarse sobre todo al acto de respirar. Aun así, refiere en realidad a algo mucho más universal, ya que tradicionalmente describe la energía vital como un todo y el modo en que la energía vibra, circula y forja nuevos caminos. El prāna es la energía que anima la vida y, en la forma humana, la respiración ofrece la mejor manera de percibirlo. Cuando nos adentramos en la respiración en sí misma, observamos que está constituida por una infinidad de cualidades, conocidas como vāyus, o “vientos” de la respiración. Al igual que un espectro de colores, son muchas las capas de la respiración, con sus corrientes y subcorrientes, sus texturas y tramas; y al seguir, sentir y conocer la respiración como una práctica devocional, esta revela sus numerosos vientos.

Los vientos son como corrientes de energía, y si sintonizamos con las diversas corrientes, notamos que están conformadas por la percepción, el pensamiento, el sistema nervioso, la cognición y todas las actividades de la mente y del cuerpo. Los practicantes de yoga, cuando son conscientes de las corrientes corporales internas, las utilizan para obtener información sobre el funcionamiento de la mente y del cuerpo. Estos vientos del prāna son los procesos fundamentales de la existencia humana. La sensibilidad energética nos pone en contacto con los vientos sutiles que se mueven en nuestro interior y gobiernan la percepción y la acción.

El prāna, que puede traducirse como “energía vital” o “respiración”, fluye por meridianos que se extienden a lo largo del cuerpo, y estos meridianos a su vez están condicionados por los samskāras. Los samskāras son estructuras internas que informan el modo en que el prāna fluye por el cuerpo-mente y, por ende, el modo en que percibimos, nos movemos, pensamos y actuamos. ¿De dónde provienen estos movimientos habituales? En muchos linajes, se cree que estos movimientos básicos provienen de tres fuentes: la naturaleza, la crianza y las vidas pasadas. La naturaleza refiere a la matriz biológica con la que venimos al mundo. La crianza hace referencia a la manera en que dicho proyecto toma forma al encontrarse con el entorno y la cultura. Las vidas pasadas constituyen una categoría esencial, ya que no todos los patrones de la mente y del cuerpo encajan a la perfección en el sistema bicategórico de naturaleza y crianza. Robert Wright, autor de "El Animal Moral", lo describe muy bien:

"Por supuesto, puedes discutir la proposición de que no somos más que […] genes y entorno. Puedes insistir en que hay […] algo más. Pero si intentas visualizar la forma que tendría ese algo, o explicarla con claridad, te resultaría una tarea imposible, puesto que toda fuerza que no está en los genes ni en el entorno queda por fuera de la realidad física como la percibimos nosotros. Está más allá del discurso científico […], lo que no significa que no exista."

Creas o no en las vidas pasadas (una discusión futura, sin duda), debemos considerar una categoría adicional para ciertas tendencias que no se explican por la naturaleza o la crianza. 

La práctica de las posturas de yoga nos invita a ingresar en este campo que media –y se halla literalmente en el medio– entre los componentes psicológicos y fisiológicos de la existencia condicionada. Como puede verse al investigar los samskāras, no es posible hablar de patrones psicológicos habituales sin hablar de fisiología, ni se pueden explorar los patrones físicos habituales sin reparar en los movimientos psicológicos, puesto que todo samskāra manifiesta y abarca los elementos mentales, emocionales, energéticos y físicos que forman la matriz del cuerpo-mente. Cabe observar cómo en las posturas de yoga ciertas sensaciones físicas traen consigo determinadas emociones y formaciones mentales. Cuanto más pensamos, más nos inquietamos. Las impresiones pasadas, las asociaciones y los recuerdos

permanecen siempre inactivos junto a las sensaciones físicas. El pasado continuamente nos cae siempre del cielo. Atender a la verdad de lo que está ocurriendo, a la inmediatez de nuestra experiencia –más que a nuestras ideas de lo que está sucediendo–, nos enseña a manejar los acontecimientos de la experiencia con mayor claridad. 

Vivimos en una cultura que busca incansablemente más y más placer, creyendo que la gratificación sensorial de todos los órganos de la percepción nos conducirá a la felicidad. Acabamos atrapados entre múltiples opciones de compras, como consumidores de una gratificación instantánea. El efecto psicológico y físico no es solo la agitación, sino también la sobrecarga de material sensorial en la mente y los órganos de los sentidos, y la consecuente incapacidad de asimilar algo con claridad. 

La vida se torna una cuestión de producir y consumir. Por lo que tan solo sintiendo la respiración y unos movimientos simples, podremos lograr que el cuerpo-mente vuelva a alcanzar un ritmo menos caótico y, entonces, cada uno de los órganos de la percepción irá abriendo los canales hasta llegar al corazón, de modo que nuestras facultades perceptivas se contaminen lo menos posible. Así podremos volver a respirar. Así podremos permanecer en silencio. Y a partir del silencio todo se crea. 

La inhalación nace del silencio, y la exhalación nos lleva de regreso a este. Los pensamientos y las sensaciones se presentan y se desvanecen. ¿O acaso se manifiestan en la totalidad? Siempre comienzo la meditación, la práctica de āsanas e incluso el prānāyāma sentándome en silencio para percibir el cuerpo y la respiración sin interferencias. No es fácil no interferir. En cuanto dejamos de ofrecerles continuas distracciones a la mente y al cuerpo, estos se estabilizan al quedar solos, como el vuelo silencioso de las aves.

La práctica de las posturas de yoga es una práctica de prānāyāma; ambas son rituales de atención animada por las corrientes de la respiración. Tanto la práctica de āsanas como la de prānāyāma consisten en seguir el fluir de la respiración y el flujo de la energía dentro del cuerpo. Una vez que se logra cierta concentración y calma, advertimos por dónde fluye la energía y dónde se interrumpe. Atendemos de inmediato a los patrones y las interrupciones de la respiración, el sistema nervioso, el ritmo cardíaco y el tono percibido en los músculos, la fascia y demás. Todos estos objetos de la consciencia se convierten en objetos de meditación (dhāranā) y, más tarde, en oportunidades de absorción (dhyāna). 

A medida que profundizamos nuestra atención en la calidad de la respiración mientras esta se mueve a través de la cambiante configuración del cuerpo-mente, logramos ver que estamos lidiando con dos corrientes: una corriente de respiración y una corriente de formaciones mentales. Estas dos corrientes pueden pensarse como prāna (respiración, energía vital) y citta (mente, imaginación, percepción). Lo que intentamos hacer es acercar cada vez más estas dos corrientes. La paradoja radica en que ambas están intrínsecamente entrelazadas, aunque nuestra mente dispersa se empeñe en separarlas. Lo material y lo mental constituyen dos aspectos del mismo movimiento. 

Las posturas de yoga nos enseñan a percibir con una claridad cada vez más sutil. Primero inspiramos, sincronizando la mente, el cuerpo y la respiración, y luego espiramos. Así empezamos a sentir e incluso intuir docenas, si no cientos, de universos en la respiración. Con una atención precisa, cualquier sensación que surja, aun cuando sea desagradable, no se convertirá automáticamente en un momento de insatisfacción ni devendrá una historia del “yo”. La experiencia humana siempre talla un mundo con medios de percepción limitados, aunque son precisamente nuestros medios limitados los que nos abren al mundo. Cuando advertimos que nuestra errante atención se extiende o se contrae en la cavidad de un hombro, enseguida nos percatamos de nuestra movilidad y consciencia limitadas, e incluso abrimos un camino para salir del condicionamiento tan solo haciéndolo consciente. Recordemos que Pattabhi Jois no entró en detalles sobre cómo lidiar con los seis venenos. Más bien, los trató como síntomas y dijo, en pocas palabras, que si uno deseaba trabajar los síntomas del dukha, no debía comenzar por el síntoma mismo, sino por los cincos kleshas y el modo secuencial en que estos interactúan. 

Al reflexionar sobre la sugerencia de Pattabhi Jois, comprendí que es más acertado observar los patrones de apego y aversión subyacentes que originan un síntoma, en lugar de buscar eliminar el síntoma en sí mismo. Nuestra tarea consiste en recorrer el síntoma en dirección a los factores que lo han originado. 

Aun a nivel colectivo, la codicia, la ansiedad, la depresión e incluso la ira no son tratadas de manera adecuada cuando nos apresuramos a eliminarlas de la consciencia. En una cultura, la ansiedad suele señalar dónde debe producirse el cambio; así pues, en un sentido colectivo, la ansiedad como síntoma no es algo que debería eliminarse tan rápido. Asimismo, la sensación de dolor con frecuencia nos enseña la diferencia entre el sentir y la reacción al sentir y constituye una parte inevitable del envejecimiento humano. El miedo es importante: un animal sin miedo es un animal muerto. No deberíamos apresurarnos demasiado en eliminar este síntoma; por el contrario, deberíamos intentar llegar hasta el fondo de este. El proceso de nirodha consiste en liberar obstrucciones, hacer espacio, llegar al fondo de las cosas. El vocablo nirodha se traslada al inglés literalmente como root (raíz), radish (rábano) o radical (radical), con la connotación de llegar al fondo de algo. Para Pattabhi Jois, los kleshas nos llevan a la raíz de un síntoma. Esto sirve para dibujar el mapa de la experiencia vivida, la cual, cuando es observada a través de la lente de los kleshas, siempre es vista como una experiencia construida. Se trata de una psicología basada en lo fenomenológico. En lugar de partir de un diagnóstico o incluso de un mito de la creación, no existe un contexto dado en el que todo se halle. Aun cuando terminamos aceptando o soltando algo, no siempre tenemos una explicación de por qué o cómo se dio inicialmente. Por eso empezamos por el cuerpo. Iniciamos nuestra investigación de los síntomas de angustia, tormento e insatisfacción preguntándonos: ¿Qué se presenta en la experiencia humana en el momento presente? 

Si el yoga es la ciencia que estudia el modo en que percibimos y construimos nuestra experiencia para producir un cambio fundamental en la percepción, debemos empezar simplemente por comprender cómo opera nuestro modo de conocer. Como la forma en que conocemos algo no es independiente del cuerpo, despertar nuestros caminos de percepción significa despertar la inteligencia de la mente y del cuerpo. No solo contamos con hábitos personales para el modo en que construimos nuestro mundo; obviamente tenemos los propios para los movimientos que ocurren en el cuerpo. Si la práctica de hatha yoga se centra internamente en estas capas de la mente y del cuerpo, estudiamos la forma en que llegamos a conocer lo que conocemos y cuán íntimamente relacionados están nuestros modos de conocimiento y de movimiento. La práctica formal madura a medida que la consciencia se interioriza, y no por prestar atención constante a la forma superficial. De ser así, la práctica de āsanas se convertiría en otro campo que obedece las exigencias habituales de un ser inconsciente. 

Muchas comunidades de yoga contemporáneas lo descubren a la fuerza. Las personas comienzan la práctica de āsanas movidas por los grandes beneficios físicos y estéticos de la práctica, y no hay nada malo en eso; pero, cuando nos abocamos a una técnica para mejorar nuestra práctica, la práctica tiene el efecto inverso. Transcurrido un tiempo, las personas realizan una práctica que no consiste más que en el perfeccionamiento de la técnica. La técnica se apodera de la experiencia del yoga –por no hablar de las demás ramas–, como un músico virtuoso que carece de experiencia, personalidad y alma. Puede que los instructores y los alumnos de yoga en verdad logren aperturas auténticas, pero, desde la perspectiva de una práctica de ocho ramas, queda trabajo por hacer en varios frentes. La práctica debe permear todo: la consciencia debe captar todo en la vida, sin excepción. La respiración es considerada el viento matinal; nuestras ideas, el reverdecimiento de un paisaje; la compasión, la experiencia inmediata de nuestra práctica. 

Los hábitos de apego y egocentrismo son incesantes, y a menos que continuemos practicando para ir más allá de nuestras técnicas favoritas, los patrones habituales de la mente y del cuerpo seguirán manifestándose. Pero regresamos a la práctica con mayor sabiduría, porque somos capaces de ver la técnica como algo instrumental, del mismo modo en que una trompeta se utiliza para manipular el sonido, sin que sea la fuente del sonido propiamente dicha. 

Cuando nos adentramos en el sonido de la respiración en su totalidad, o cuando escuchamos con atención las variaciones de la inhalación y la exhalación, estamos observando directamente la naturaleza del universo tal como se presenta en estas instancias particulares de la experiencia. Sentir los movimientos sutiles de la respiración en el cuerpo y escucharlos año tras año me ha enseñado a prestar atención al modo en que el nacimiento y la disolución de todo lo que atraviesa la consciencia ocurre y seguirá haciéndolo de manera ininterrumpida. También me ha enseñado a ver el mundo en términos de cambios universales de acontecimientos y procesos. La respiración es una parte integral de la red de la vida, y estudiar la respiración sin experimentar la separación de ella me coloca en el centro de su red. No soy otra cosa que la red de la vida. 

Cuando trasciendo los hábitos del dualismo y de la fragmentación, es como si me convirtiera en aquello que observo. ¿Con qué nos queda compararnos? Siento la respiración en el suelo pélvico con tanta claridad que toda la experiencia se abre ante mí y experimento lo que ocurre como un proceso de la naturaleza, como el movimiento de las alas de una mariposa, un lazo continuo entre forma y falta de forma. La mejor manera de describirlo es como un conocimiento profundo del fluir de toda la existencia, en el cual el cuerpo y la mente se vuelven insondables y no están separados de nada. Cuando al fin mi mente sincroniza por completo con el fluir de la respiración, lo experimento como el propósito último para existir en el mundo. No hay nada más claro.


Fuente: "La tradición profunda del yoga" de Michael Stone. 

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