martes, 18 de enero de 2022

YOGA EN TRANSFORMACIÓN por David Gordon White

Se puede decir que los practicantes de yoga de hoy en día -un vibrante y creativo sector de la sociedad global, identificable por sus creencias, comportamiento, vestimenta y lenguaje distintivos- forman una subcultura, "un subgrupo reconocible dentro de una sociedad o conjunto de personas, especialmente caracterizado por creencias o intereses diferenciados de los del grupo más grande". También podría argumentarse que los practicantes de yoga antiguos y medievales constituían una subcultura. En el caso moderno, la mayoría comprende la cultura dominante de una sociedad urbana cada vez más globalizada. En el caso antiguo y medieval, el grupo más grande era, en su mayor parte, la corriente principal de la cultura del sur de Asia.

¿Qué tienen en común estas dos subculturas del yoga? La mayoría de los practicantes de yoga actuales tienden a asumir que, aparte de los estilos de ropa, los accesorios modernos o las adaptaciones (yoga con tu perro, yoga de la risa) del modelo indio original, muy poco ha cambiado. La mayoría cree que los elementos perennes de la práctica del yoga -sus fundamentos espirituales, la práctica postural, los objetivos para alcanzar una mente y un cuerpo sanos, o hacer yoga como un medio para la autotransformación, estar en armonía con la naturaleza y el descubrimiento de lo trascendente en su interior- permaneció igual en la India durante los milenios antes de su introducción en Occidente. A decir verdad, el yoga surgió de varias tradiciones del sur de Asia que no guardaban relación entre ellas y que se combinaron con el paso de los siglos en una pequeña cantidad de tradiciones unificadas. Durante los últimos 120 años, estas tradiciones han sido adaptadas por los intermediarios de la cultura india y occidental por las numerosas "marcas" de yoga para los practicantes modernos: Raja Yoga, Kriya Yoga, Vinyasa Yoga, Ashtanga Yoga, Anusara Yoga, y así sucesivamente. En otras palabras, el complejo de prácticas transformadoras que conocemos hoy como yoga es en realidad el producto de unos cuatro mil años de transformación.



DESARROLLOS TEMPRANOS

Según una conjetura habitual, la evidencia más antigua que tenemos del yoga es un sello de arcilla hallado en el área arqueológica del valle del río Indo, en Mohenjo-Daro, fechado en la última parte del tercer milenio a.C. Lo que se ve en el sello es un supuesto "yogi" sentado con las piernas cruzadas; sin embargo, también encontramos imágenes antiguas de figuras en posturas idénticas pertenecientes a lugares tan remotos como Escandinavia o el Próximo Oriente, y no podemos suponer que alguna de ellas estuviera destinada a representar a practicantes de yoga. Además, en las primeras referencias literarias al yoga, que se encuentran en el Rig Veda del siglo XV a.C., la palabra yoga no denota ni meditación ni postura sentada, sino más bien una carroza de guerra, compuesta por el vehículo con ruedas, el grupo de caballos que la tiraba y el yugo que mantenía unidas ambas partes. (La palabra sánscrita yoga está relacionada lingüísticamente con la inglesa yoke [o la española yugo]). Según las antiguas tradiciones guerreras indias, como se atestigua en los primeros estratos de la epopeya hindú el Mahābhārata (entre el 200 a.C y 100 d.C), un héroe que sucumbía luchando en el campo de batalla era llevado al cielo y transformado en un dios al atravesar el sol en un vehículo llamado «yoga».

Las secciones posteriores del Mahābhārata (por el 200-400 d.C.) registran otro uso más familiar del término yoga, el cual se desarrolló en los círculos hindúes, budistas y jainistas durante la segunda mitad del primer milenio a.C. Durante este período, los ascetas errantes desarrollaron un sistema de prácticas para controlar el cuerpo y la respiración como medio para estabilizar la mente. Si bien estas prácticas se denominaban «meditación» en las primeras fuentes budistas y jainistas, la Kāthaka Upanishad hindú, una escritura que data aproximadamente del siglo III a.C., las describe dentro del contexto de un conjunto de enseñanzas sobre el yoga. En estas enseñanzas, el vínculo entre la meditación como un medio para controlar la mente y el «yoga» del antiguo auriga de carros es claro. Leemos que el practicante disciplinado que ha «unido» los «caballos» y el «carro» de su cuerpo, y gobierna sus sentidos con las "riendas" de su mente, se eleva al mundo del dios supremo Vishnu.

Otros tres puntos señalados en la Kāthaka sentaron las bases para gran parte de lo que llegó a constituir el yoga en los siglos siguientes. Primero, su enseñanza sobre éste introdujo una fisiología sutil, designando al cuerpo como una "fortaleza con once puertas" y evocando el alma o el Ser como una "persona del tamaño de un pulgar" que, morando en su interior, es adorada por todos los dioses. Esta y otras Upanishads también introdujeron los canales de respiración (nādīs) que se volverían tan fundamentales para las prácticas transformadoras de la tradición medieval del hatha-yoga. En segundo lugar, la Kathaka identificó el Ser individual con el Ser Universal (brāhman): esta metafísica no dualista sería retomada en varias tradiciones de yoga posteriores, comenzando con las reveladas por el dios supremo Krishna en la Bhagavadgītā de 200-400 d.C., una porción tardía del Mahābhārata. Finalmente, la Kāthaka introdujo la jerarquía de los constituyentes de la mente y el cuerpo -los sentidos, la mente, el intelecto, etc.- que comprenden las categorías fundamentales del sāmkhya, el sistema metafísico dualista que fundamenta los Yogasūtras de alrededor del 325 d.C.


LOS YOGASUTRAS Y LAS TRADICIONES AFINES

Los Yogasūtras de Patañjali fueron una recopilación esencial de todas estas tradiciones anteriores de yoga y meditación, que demarcó dentro del contexto más amplio de una metafísica unificada y rigurosa. Como sucedía en casi todos los demás sistemas religiosos y filosóficos de la India, el propósito subyacente de la metafísica de los Yogasūtras era resolver el problema de la existencia del sufrimiento. Y, como la mayoría de esos otros sistemas, los Yogasūtras veían la mente como la causa y la solución potencial a ese problema. Debido a que la mente está apegada y es adicta al ego y al cuerpo material cargado de muerte con el que se identifica, está ciega a la verdadera identidad del Yo, que es inmortal y sin restricciones. Sin embargo, si la mente puede separarse del cuerpo y los sentidos, y hacer que se vuelva hacia adentro, hacia el Yo luminoso, puede liberarse de sus hábitos disfuncionales. El principal medio para lograr este fin es la meditación, y el método de meditación de los Yogasūtras sigue muy de cerca a los que se encuentran en obras anteriores budistas, jainistas e hindúes.

Si bien la mayor parte de los Yogasūtras son una disquisición sobre la naturaleza del universo y el Ser, el funcionamiento de la mente y el camino a la salvación, también contiene elementos prácticos y «sobrenaturales» que reflejan los desarrollos contemporáneos, tanto en el budismo como en el jainismo, y anticipan sistemas posteriores de yoga. En este punto, la presentación de Patañjali del yoga de ocho partes (ashtānga) puede contrastarse con un conjunto alternativo de prácticas conocidas como yoga de seis partes (shadanga). Ambos sistemas tienen cinco componentes en común: las etapas progresivas de control de la respiración (prānāyāma), la retirada de los sentidos (pratyāhāra), meditación (dhāranā), fijar la mente (dhyāna) y contemplación perfecta (samādhi). Lo que distingue a los dos es la inserción de posturas sentadas (āsana) en los Yogasūtras, en el lugar de la indagación racional (tarka) o el recuerdo (anusmriti) en el sistema séxtuple. Además, los Yogasūtras ponen en primer plano a este grupo de seis con dos elementos de práctica ética: las restricciones internas y externas (yama y niyama). Los cuales pueden haber sido inspirados por votos monásticos jainistas de una época anterior; es más, las primeras obras jainistas también presentan el camino a la liberación como un camino ascendente de estados meditativos cada vez más profundos.

Casi la totalidad del tercer libro de los Yogasūtras está dedicada a los llamados "poderes sobrenaturales" (vibhūti) adquiridos a través de la práctica del yoga. Estos incluyen el poder de conocer vidas pasadas, leer la mente de las personas, entrar en los cuerpos de otras criaturas y volar. De acuerdo con la metafísica de los Yogasūtras, son habilidades completamente naturales, inseparables de un practicante cuyas funciones mentales se han expandido más allá de las posibilidades y límites del cuerpo físico. Se encuentran relatos idénticos de este tipo de poderes en la literatura budista temprana y posterior hinduista, que también correlacionan la toma de conciencia en un nivel cognitivo con un ascenso visionario real a través de reinos en constante expansión del espacio cósmico. Otras fuentes hindúes, budistas y jainistas también se refieren a la capacidad de los practicantes de yoga para imitar los poderes de los dioses y los Budas, cuyos cuerpos cósmicos llenan todo el universo.


YOGA TÁNTRICO Y HATHA YOGA

Dos siglos después de los Yogasūtras, surgió una nueva corriente de pensamiento religioso en los círculos budistas e hindúes del sur de Asia. Las escrituras llamadas Tantras identificaron la autodeificación y el poder sobrenatural como las metas de la vida religiosa, empleando "yoga" como un término general para toda la gama de práctica tántrica. Un medio para lograr este fin fue a través de un proceso transformador en el que los practicantes masculinos aprovecharon y se apropiaron de la energía ilimitada de lo femenino divino.

Según varias escrituras tántricas, esta energía interior se concentraba en los fluidos sexuales de las mujeres, que encarnaban el poder creativo de la gran Diosa. Se les conocía como Yoginis, mensajeros femeninos (Dūtīs), Madres, Grandes Sellos (Mahā-mudrās) o simplemente Diosas. En la iniciación y otros ritos tántricos, los sacramentos principales -a menudo consumidos por los practicantes en rituales nocturnos de cremación- eran el alcohol, la carne y los fluidos sexuales producidos a través del sexo ritualizado.

Con el tiempo, estas prácticas rituales se internalizaron, y las consortes femeninas del practicante tántrico se convirtieron en diosas de su cuerpo sutil. En las obras hindúes, estas múltiples diosas tántricas se fusionaron en una energía serpentina llamada con mayor frecuencia Kundalinī (la que está enroscada). Los practicantes innovaron gradualmente el cuerpo de técnicas conocidas como hatha-yoga: a través de una combinación de posturas fijas, control de la respiración, cerraduras (bandhas) y sellos (mudrās), el hathayogui transformó su cuerpo en un hermético sistema dentro del cual la respiración, la energía y los fluidos fueron estabilizados y forzados hacia arriba a través del canal central del cuerpo yóguico sutil. Enlazar esto con todas las formas anteriores de práctica yóguica fue su resultado final: poderes sobrenaturales, incluidos el poder del vuelo y la inmortalidad corporal.

Si bien hay varias lecturas posibles para la palabra hatha, la más plausible es la que denota la «fuerza» de sus prácticas para efectuar la transformación del cuerpo. Los trabajos técnicos fundacionales más importantes sobre el tema se atribuyen a una figura del siglo XII llamada Goraksha o Gorakhnāth. Estos incluyen tratados en sánscrito y un corpus vernáculo de poesía mística sobre la experiencia yóguica.


YOGIS

Según la tradición, Gorakhnāth fundó la orden ascética conocida como los Nāths (Señores). En sus poemas, simplemente se refiere a sí mismo y a sus seguidores como yogis, y tanto él como sus compañeros yogis fueron partícipes de una rica tradición.

Mucho antes de la época de Gorakhnāth, varias obras tempranas e importantes -incluidas la Bhagavadgītā, Maitri Upanishad, Yogasūtras, Yoga Vasishtha y una obra jainista titulada The Bhaktis- habían empleado el término yogui para indicar el sujeto o agente ideal de la práctica del yoga. En estas obras, el yogui fue retratado como una persona que encarna ampliamente las virtudes de los tipos convencionales de práctica de yoga: meditar, renunciar, vagar y buscar a Dios en su interior. Ésta es la imagen que la mayoría de la gente moderna tiene de los yoguis de la India: hombres santos pacíficos y meditativos, que viven en armonía con la naturaleza en ermitas y cuevas y en las cimas de las montañas. Sin embargo, con el advenimiento del Tantra, esta imagen idealizada del yogui fue reemplazada por una más oscura, que ha persistido hasta el día de hoy en las zonas rurales de Asia meridional.

En la literatura de fantasía y aventuras del sur de Asia medieval, las consortes de los yogis tántricos, a menudo llamadas yoginis, fueron elegidas como sus amantes, y sus ritos se describieron como orgías al por mayor que tenían lugar en los rituales de cremación en la oscuridad de la noche: "Yogis, borrachos de alcohol, caen sobre el pecho de las mujeres; las yoginis, tambaleándose por el licor, caen sobre el pecho de los hombres." Sin embargo, esto era un juego peligroso, porque, como los mismos textos tántricos afirman sin ambigüedades, las personas que no estaban facultadas por las iniciaciones tántricas para asociarse con ellos generalmente se volvían "comida para las yoginis". Estas yoginis se identificaban generalmente con las criaturas de los cementerios, no mujeres humanas en absoluto, sino chacales carroñeros y buitres que devoraban los cuerpos de los muertos, cuya carne alimentaba sus poderes para volar. Sin embargo, a través de su iniciación, el yogi tántrico se transformó en un "segundo Shiv"», quien, como el gran dios mismo, pudo controlar las hordas de yoginis que formaban su macabro séquito. Más que esto, pudo ver a través de sus horribles apariciones y visualizarlas como encarnaciones de la consorte divina de Shiva, la hermosa y terrible diosa Bhairavi. Una notable pintura mogol de 1630 parece representar tal transformación. En un campo de cremación, un yogi tántrico (cuya transformación en un «segundo Shiva» está insinuada por el resplandor de la luna creciente que rodea su cabeza) se muestra pronunciando mantras, representados por la bocanada de llamas que emite por su boca. A través de su mantra, la diosa Bhairavi, que previamente había frecuentado el lugar de cremación en la forma de uno de los chacales representados en el primer plano, se le muestra en su verdadera forma, como una diosa-semen-yogini deslumbrante, aunque horrible. Aquí, el artista ha adornado ingeniosamente el cabello de Bhairavi con puntas de flecha para indicar su transformación con un chacal, cuyas orejas puntiagudas imitan.

A menudo, se describía a los yoguis tántricos como acumuladores de poderes mundanos a expensas de otras personas. Un relato prescriptivo de esta práctica, llamado "yoga sutil", se encuentra en el Netra Tantra, un Tantra hindú del siglo IX, cuyo comentario del siglo XI afirma que una persona "se convierte en un yogui cuando sus actividades resultan del (o control sobre el) movimiento de cada miembro de la persona (cuyo cuerpo ha sido) invadido por él." Nada más ni menos que una serie de técnicas para entrar y apoderarse de los cuerpos de otras personas, la teoría y la práctica del yoga sutil fusionaron las enseñanzas de los Yogasūtras con las construcciones tántricas del cuerpo sutil. Por un lado, los Yogasūtras autorizaron tales prácticas, y por otro, las energías y canales del cuerpo sutil las hicieron técnicamente posibles. Si bien tales poderes podrían usarse para el bien, para iniciar y, por tanto, asegurar la salvación de un novato tántrico, se describieron con mayor frecuencia como una técnica depredadora.

Sin duda debido a la notoriedad de tales prácticas, el yogi tántrico se convirtió en una figura común en la literatura medieval, interpretando al malvado mago villano que obraba sus nefastos propósitos en reyes, príncipes y doncellas inocentes, pero que al final fue despreciado por su propia maldad. Incluso hoy en día, los padres de las zonas rurales de Asia meridional pueden regañar a los niños traviesos con las palabras: "Sé bueno o vendrá el yogi y te llevará."


YOGA Y YOGINIS EN EL MUNDO MODERNO

Antes del siglo XIX, cuando los exploradores y edificadores de imperios europeos comenzaron a conocer la profundidad filosófica del yoga, la mayoría de los escritores occidentales describieron a los yoguis y faquires que encontraron como degenerados que se dedicaban a excesos sexuales o como mercenarios portadores de armas. De hecho, en el siglo XVIII, los "ascetas" armados formaban la mayor parte del mercado laboral militar del norte de la India. Varios generales de estos ejércitos se autodenominaron como Shiva, el Señor de los yogis, o como el guerrero real descrito en una crónica medieval:

Luciendo como el Señor de los yogis, (él) se halla armado con una daga; sus insignias son un hacha en la mano, un alto tridente y una capa de cuero. Con un mechón de pelo enmarañado en la cabeza, un cuerno musical y cenizas de estiércol de vaca, es completamente como Hara (Shiva), el destructor de todo. Con una voz poderosa gime y con su ojo extraño esparce masas de fuego. En su trono se le puede ver (sentado) en medio de su propia congregación (de yogis), portando sobre su cabeza la luna con el néctar de los inmortales. 

Una pintura del siglo XVII del Deccan retrata a un guerrero con esa apariencia, con la túnica de retazos de un yogi (aunque finamente confeccionada en la imagen), con la piel de tigre y el halo de la luna creciente que indica su identidad con Shiva. Tan poderosos eran estos ascetas armados que, a lo largo de las últimas décadas del siglo XVIII, los británicos se vieron enfrentados a una insurgencia yogui que llegaría a conocerse como la rebelión de los Faquires y Sannyasis.

Durante gran parte del siglo XVIII, la Compañía Británica de las Indias Orientales también se vio obstaculizada por los yoguis en sus intentos de regular y controlar el comercio del norte de la India. Los cárteles de ascetas y mercenarios hindúes explotaron su condición de "hombres santos" para transformar las rutas de peregrinaje en redes de comercio; en la década de 1780, los yoguis se habían convertido en los principales prestamistas y propietarios de varios centros comerciales del norte de la India. Algunos tradujeron su influencia económica en dominio político. En 1768, los yogis Nāth, intermediarios del poder, fueron fundamentales para la unificación de Nepal y la fundación de la dinastía Gurkha (llamada así por Gorakhnāth). En 1803, los Nāth Yogis hicieron lo mismo en Jodhpur, en el oeste de la India, superando a los británicos en el proceso.

En 1823, el orientalista británico Henry Thomas Colebrooke "descubrió" los Yogasūtras y, con él, el fundamento textual de las tradiciones del yoga de la India. Siete décadas después, Swami Vivekananda introdujo el yoga a las masas occidentales como "una de las ciencias más grandiosas", la cual casi se había perdido para el mundo a través de las maquinaciones de los yoguis tántricos, "que lo convirtieron en un secreto (para guardar) los poderes para sí mismos."

Con la separación entre el yoga indio y los yoguis de la India, las puertas se abrieron al nuevo mundo de la subcultura del yoga moderno.


Fuente: artículo original de David Gordon White publicado en "Yoga the art of transformation". Traducido al español por Javi Gobinde para "Blogging Gobinde". 

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