miércoles, 15 de julio de 2020

EL MISTERIO DE LA MEDITACIÓN por Dinu Roman - parte 3

SAMADHI - IDENTIFICACIÓN GOZOSA

Hemos visto que dhyana (meditación) es el flujo continuo de procesos mentales hacia el objeto de meditación. Este proceso lleva gradualmente a la identificación gozosa (interpenetración del objeto de meditación con el auténtico ser del practicante). Este es el estado mas elevado, denominado samadhi. En samadhi la mente asume la naturaleza del objeto de concentración y se vuelve una con él, de forma continua y con exclusión de otros objetos. 

Perderse a si mismo
En samadhi solo permanece la conciencia del objeto, como si desapareciese la conciencia de individualidad . En realidad, la individualidad del practicante no desaparece (¡sería imposible!), pero la conciencia del practicante se identifica gozosamente con el objeto de meditación. En samadhi, la mente y la conciencia del yogui se vuelven uno con el objeto. 

Ya no hay más conciencia de funcionamiento mental (la mente entra aparentemente en un estado de vacío o vaciedad). No hay más conciencia de individualidad personal, en el sentido de sentirse separado del objeto. Ahora, el practicante experimenta que no hay separación entre “objeto” y “yo”. Tal dicotomía es ahora imposible.

"Así como un grano de sal se disuelve en el agua y se convierte en uno con ella, durante el estado de samadhi se produce una unión similar entre mente y atman (el sí mismo supremo)” Hatha Yoga Pradipika, IV, 5 

“El estado de equilibrio, unión del si mismo esencial (atman) y el si mismo cósmico (paramatman), se denomina samadhi, del cual sólo el sí mismo es consciente, pues está mas allá de las palabras” Hatha Yoga Pradipika, IV, 7, 32
  
"(Samadhi es) esa forma de dhyana en la que no hay "aqui" ni "no aqui", en la que hay iluminación y quietud como si se tratase de un gran océano, y que es el Gran Vacío (shunya) en si mismo” Kularnava Tantra, IX, 9

arte de Manivelu


El triángulo de la meditación                                                                                              
Durante dhyana existe conciencia del conocedor (el que practica la meditación), lo conocido (el objeto de meditación) y el conocimiento que surge en la mente acerca del objeto de meditación. Los tres son distintos. 

El triángulo se absorbe en un punto
En samadhi, conocedor, conocido y conocimiento se funden, se mezclan uno con otro, se vuelven uno. 
Samadhi es un conocimiento intuitivo relativo a lo que se halla presente, es la inmediatez de la experiencia repetitiva, la no intermediatividad de la percepción. Esto quiere decir que aquí la percepción se lleva a cabo sin utilizar los canales intermediarios (por ejemplo, los sentidos, la mente o el intelecto), y por eso la experiencia se concibe como una identidad. 

Samadhi es un estado de identidad no diferenciada con el objeto a conocer, una inmersión desapegada en su significado. En este estado, el yogui experimenta un estado de conciencia en el que percibe la no diferenciación del substrato único de todas las cosas, seres y mundos. Se descubre la parte que es el todo; cada unidad se halla presente en todas las demás; todo es parte de la totalidad de la cual el experimentador representa una personificación.

El yogui que ha completado este proceso es capaz de reconocer la subyacente y, en esencia, visible realidad de la Consciencia Cósmica que compone el estatus más íntimo de todos los objetos aparentemente finitos. 

Ahora, la tríada de conocedor, conocido y proceso de conocimiento se ha trascendido. El conocedor (el yogui en samadhi) se aparta del objeto y regresa a si mismo. 

Haciendo esto, crea una situación en la cual el objeto de conocimiento es el conocedor mismo, y el proceso de conocimiento es también sencillamente el conocedor mismo. Este estado se describe a veces como “vacío” o “vaciedad” (shunya) a causa del contraste con la aparente totalidad objetiva (representada por la dualidad objetosujeto) que lo precede. 

Es un proceso de eliminación progresiva de los atributos y características externas del objeto de meditación hasta que el yogui se queda simplemente con la pura esencia existencial del objeto. 

El proceso de descubrimiento del substrato único no diferenciado de todo lo que existe es la principal característica del logro de la liberación e iluminación espiritual. Ya no se muestran los objetos finitos como estructuras limitadas y separadas; en su lugar, la Conciencia, fuera de la cual todas las cosas son compuestos, emerge y se visualiza como la auténtica Realidad de los objetos percibidos. 

"Él, que posee este conocimiento (es decir, que el Universo es idéntico al Sí Mismo) considera el mundo como un juego (divino), y permaneciendo siempre en unidad (con la Conciencia Universal) es, sin lugar a dudas, un liberado en vida (jivanmukta)." Spanda Karika II, 5 

Se produce una transformación radical en la percepción del mundo exterior. El contenido de la entrada consciente en samadhi es ananda —gozo inexpresable. El practicante penetra la conciencia más profunda de lo Supremo. La realidad del samadhi debe experimentarse personalmente. No es suficiente hablar sobre ella o tratar de imaginarla (¡sería imposible, en cualquier caso!). La realidad de esta afirmación sin la experimentación directa es solo una parte de la verdad. 

Samyama – la absorción meditativa                                                                             
Samyama significa efectuar al mismo tiempo dharana (concentración), dhyana (meditación) y samadhi (identificación). 

"El dominio del samyama proporciona la luz del conocimiento trascendental" Yoga Sutra III.5 

Dharana es el estacionamiento de la mente en un punto. Dhyana es la absorción continuada y gradual de la mente en el objeto. 

Samadhi es la inmersión completa de la mente en el objeto. Los tres se hallan inseparablemente unidos: de dharana a samadhi hay un proceso continuo, cuyo propósito es la asimilación del objeto, igual que se asimila la comida que se come. En samyama, se penetra el objeto y se es consciente de su esencia mediante un conocimiento de identidad (prajña). 

En samyama tiene lugar una expansión de la conciencia sin esfuerzo. En este estado aprendemos a desplegarnos hacia fuera como en un firmamento de paz y tranquilidad, y luego, en la profundidad de ese espacio, permitimos que surja por sí mismo el conocimiento del objeto, como si fuésemos el objeto mismo.

Contemplar la película                                                                                                                  
Para comprender samyama fácilmente, podemos compararlo con una película en movimiento. 
Supongamos que podemos detener la película en un fotograma concreto (una exposición única) que muestre a los protagonistas. De esta forma se puede estudiar la escena inmóvil tanto como se quiera . Este estado corresponde a dharana (concentración).

Luego dejamos que se inicie nuevamente el movimiento de la película. Somos ahora capaces de seguir la imagen que hemos estudiado durante la parada, ver la conexión de esa imagen con la acción de la película e integrar dicha imagen en el flujo continuo de la acción. Este estado corresponde a dhyana (meditación). 

Siguiendo la acción de la película, participamos emocionalmente, nos identificamos con lo que sucede (nos sentimos tristes si es una tragedia, reímos si es una comedia, etc.) Esta identificación se corresponde con el inicio del samadhi

Una nueva forma de conocer
En samyama, el practicante descubre que la corriente de pensamiento se carga con una emoción beatífica y armoniosa. El yogui no solo “ve” el objeto de samyama, sino que también lo “siente” con una extraña intensidad, como si ahora absorbiese el objeto o como si fuese absorbido por él. El yogui se sumerge, a un nivel sutil, en la realidad del objeto, como si la realidad del objeto se hubiese mezclado con su propia esencia. Esto es samyama, el método más completo para lograr el conocimiento intuitivo (“intuir” quiere decir “entrar, colocarse uno mismo en el interior”). 

Unas notas sobre el estado de samyama
La inocencia conduce a la identificación desapegada con el objeto a través de la absorción. 

La aspiración para alcanzar la Realidad se encuentra más allá de las limitaciones del ego; te conviertes en canal de manifestación de esa Realidad. La permites expresarse a través de ti; sin interrupción. Te vuelves “transparente” a ella.

Samyama conduce a la comprensión mediante la vivencia, no mediante el razonamiento. Se establece únicamente sobre un tópico o idea (por tanto, es todo lo opuesto a “pensar sobre algo”) y el practicante se absorbe en dicha idea. 

El proceso de conocimiento surge a través del objeto, no a través del sujeto. Se trata de un conocimiento no verbal, no conceptual. 

En samyama, la mente es como un espejo: no agarra nada, no rechaza nada, recibe pero no mantiene, no añade nada. 

No “traduzcas” a lenguaje corriente lo que experimentes durante el samyama; se trata de una nueva experiencia obtenida a través de medios inusuales. 

Samyama es una nueva forma de ser en el mundo, una nueva forma de percibir y relacionarse con la Realidad, penetrando en un elevado estado de conciencia. Se trata de contemplar la Realidad tal como es, encontrarla en un estado mental sin pensamiento, en lugar de inventarla o imaginarla con ayuda del pensamiento discursivo. 

Encuentra el placer de efectuar samyama cada día y olvida los resultados: piensa que no hay un objetivo real en la meditación; esta actitud te conducirá rápidamente al éxito.

MEDITACIÓN EN LA VIDA DIARIA

Sentarse con los ojos cerrados es la forma más conveniente al principio para controlar el vagabundeo mental. No obstante, cuando empiezas a saber, incluso solo un poco, cómo ejercitar este control sentado inmóvil en meditación, puedes continuar haciéndolo mientras paseas, permaneces de pie o llevas a cabo cualquier actividad normal. 

Esto se lleva a cabo dividiendo tu atención en dos, utilizando una parte para la meditación interior y la otra para las actividades rutinarias. Descubrirás que, contrariamente a lo que parece, tus actividades diarias se llenan mucho más de sentido y son más eficientes. La meditación que interioriza y el subsiguiente estado de tranquilidad proporcionan un soporte energético y dotan de sentido tu actividad exterior. 

Si la meditación no conlleva una relación con la vida diaria, ¿qué puede tener de positiva? Una meditación que ignore la sociedad no tiene sentido y no es buena para nadie. Meditar en medio de la actividad significa traer todo el mundo a tu meditación. La auténtica práctica de meditación no tiene nada que ver con sentarse en un lugar tranquilo o no, cerrar los ojos o no, estar en soledad o no. 

La meditación en medio de la actividad es incomparablemente superior al acercamiento silencioso. Este tipo de meditación realmente produce una transformación interior significativa y conduce a la iluminación. Por supuesto, meditar en medio de distracciones es inicialmente mucho mas difícil —con pocas compensaciones a corto plazo— que sentarse en soledad y quietud. No obstante, si deseas que la elevada conciencia de la meditación sea parte de tu vida, entonces deberás meditar en todo momento durante tu vida ordinaria; deberás permanecer internamente en meditación, sin importar lo que hagas externamente. 

A menudo sentirás que no obtienes nada con la práctica de la meditación en medio de la actividad, mientras que el acercamiento en soledad proporciona rápidos e inesperados resultados. Pero ten la seguridad de que quienes practican únicamente en soledad nunca entrarán en meditación en medio de la actividad diaria, que es el auténtico sentido de la meditación. 

La meditación en soledad tiende a separar nuestra vida espiritual de nuestra vida ordinaria, y esto es solo esconderse de la realidad. Un auténtico yogui o yoguini (mujer que practica el yoga) no se esconde. 


- Texto original de Dinu Roman. Traducción al español por José A. Offroy Arranz 

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