sábado, 24 de julio de 2021

LA CUESTIÓN DE LA IDENTIDAD NATH: CONSIDERACIONES SOBRE UNA ORDEN DE YOGIS por Adrián Muñoz

Es una constante en la historia religiosa del sur de Asia la presencia de distintos grupos de renunciantes y yogis, entre los cuales una pieza crucial ha sido el grupo de ascetas comúnmente conocido como Nāth Panth o Nāth Yogis. Su relevancia deriva tanto de su participación en la historia premoderna y moderna de la política en el sur de Asia, como de sus contribuciones para la formación del panorama cultural y religioso de las sociedades surasiáticas. El presente artículo se propone revisar algunos aspectos y problemáticas relativas a la identidad nāth. Así, cuestionará lo que significa ser un yogui –un nāth– y se referirá a fuentes originales para examinar lo que dicen al respecto considerando para ello las herramientas textuales y aproximaciones posibles para hacerlo.

Adi Nath (Shiva), los 9 Nathas y los 84 siddhas

Introducción

Las figuras del asceta y el renunciante son componentes ineludibles del mosaico cultural y social de la India. Entre estos, los yogis poseen un lugar destacado que, sin embargo, no ha estado exento de ambigüedades y tensiones; incluso la manera de distinguirlos de otros renunciantes puede ser complicada. Existen diversos tipos de yoguis no solo porque también existen distintos tipos de yoga, sino también por los distintos papeles  que  los  yogis desempeñan en sus contextos particulares. Los nāths o nāth-yogis, conforman un grupo de particular interés gracias a que han logrado permanecer en el imaginario colectivo durante años. Por otro lado, algunas ramas de la orden también han conseguido ejercer una influencia considerable en los devenires políticos de la India moderna y contemporánea. 

Interesa discutir en este escrito un par de situaciones y problemáticas que giran en torno a la construcción de la identidad nāth. Los nāths constituyen una orden religiosa de yogis nominalmente devotos del dios Śiva, usualmente asociados a la práctica del hathayoga y cuya  presencia es más  fuerte en el norte del  subcontinente asiático. De manera general, podemos situar el  surgimiento de la orden hacia los siglos XII-XIII y las referencias a ellos son altamente frecuentes en todo tipo de literatura y en distintas lenguas.

Ahora  bien,  para  referirse  concretamente  a una “construcción de la identidad” se debe entender que la identidad bien puede ser un compuesto de proyecciones propias (ideología, teleología, etc.), como de aportaciones ajenas (percepción, aceptación o rechazo). La identidad nāth ciertamente está compuesta de esta última manera, pues en gran medida se ha conformado por elementos que surgen de textos escritos y orales, de ideales religiosos y de realidades sociales.

Sobre este punto, interesa destacar una discusión reciente en los estudios sobre los nāths. Mallinson (2011) y otros son de la opinión de que los apelativos nāth y yogi se convirtieron en términos sinonímicos hacia el siglo XVIII, en parte gracias a los británicos. El autor sugiere, incluso, que la etiqueta nāth-yogi no se emplea antes del siglo XVIII para referirse a una orden religiosa bien definida y señala que la palabra nāth (en sánscrito o hindi) se refería siempre a la divinidad suprema (usualmente Śiva) (Mallinson, 2012). Las referencias más tempranas a una orden nāth –señala– datan del siglo XVII. Estudiosos como White (2009) comparten esta postura. El asunto es no es solo interesante sino también importante para entender las relaciones entre sociedad y movimientos religiosos durante los siglos XII y XVIII. En buena medida, la ambigua cuestión de la identidad nāth depende, como lo señala Mallinson, de la carencia de estudios centrados en la historia de estos yoguis. Hay especialistas que han llevado a cabo estudios etnográficos, traducido manuales en sánscrito o trabajado material folclórico, pero muy pocos, hasta la fecha, se han dedicado a la parte más historiográfica.

Aproximaciones Posibles

Para esta y otras temáticas se sugiere una aproximación doble al problema. La cuestión de la identidad nāth se puede abordar mediante una pesquisa historiográfica o a través de una indagación hermenéutica. Comúnmente se trata de perspectivas excluyentes, pero se podría obtener un panorama más completo si combinamos dichos esfuerzos. No es la intención aquí llevar a cabo una defensa teórica de estas aproximaciones; antes bien, lo que interesa es poner sobre la mesa el hecho de que un solo acercamiento puede hacer perder algún detalle importante. Importa, además, puntualizar cuáles son los obstáculos inherentes y a qué tipo de material se puede recurrir. 

La pesquisa historiográfica, desde  luego, será la que procure rastrear  evidencias  sólidas. La dificultad más importante para ello radica en el hecho de que las fuentes para ese tipo de escrutinio son o bien escasas o difíciles de manejar, pues requieren el conocimiento lingüístico de al menos tres lenguas y el auxilio de la arqueología y la epigrafía.  Evidentemente, el estudioso  no siempre podrá contar con dicho conocimiento y en consecuencia, tendrá que depender en distintos grados de fuentes secundarias o derivar información a través de terceros, a saber: arqueólogos y  epigrafistas. Afortunadamente, hay una literatura considerable (nunca suficiente, sin embargo) que ha proporcionado datos relevantes para comprender los papeles, las participaciones y las actuaciones de los yoguis en diferentes ámbitos y momentos históricos.

De manera preponderante, resultaría provechoso acudir a los registros de los protagonistas políticos y culturales de los siglos XII y XVIII, razón por la cual las fuentes de las cortes mogolas y otros gobiernos de la península podrían ser de utilidad. Se sabe que algunos dirigentes mogoles tuvieron acercamiento a yoguis y otros ascetas, aspecto que conllevaría averiguar más a fondo la naturaleza de estos encuentros y las maneras específicas como los unos se dirigían a los otros. Estos documentos pueden arrojar luz sobre los sitios que revisten particular importancia para las órdenes de yoguis y los apelativos que estos utilizaban.

La indagación hermenéutica puede ser más de tipo comparativo e interdisciplinario. No solo se basa en determinados tipos de documentos, sino que recurre a distintas narrativas y  a  sus variantes. Puede  también referirse a documentos históricos para dar un contexto amplio a la interpretación de un ámbito específico, pero concede una importancia particular a entornos simbólicos que se pueden materializar en artículos palpables y duraderos en la sociedad, como templos, instituciones y material cultural (por ejemplo, las estampas populares). La lectura de las leyendas y los mitos de una tradición religiosa revela, por ejemplo, factores ideológicos; la identificación del mi tema apunta hacia una experiencia compartida. Además, la confrontación de variantes refleja o bien inconsistencias o bien sensibilidades regionales, pero también el posible intercambio con otras tradiciones religiosas.

Desde luego, hay un margen de error en el sentido de que las proyecciones simbólicas o ideológicas vertidas en una imagen pueden no derivar de manera directa de una circunstancia histórica comprobable, sino de interpretaciones simbólicas de la historia. Sin embargo, ello no implica que estas “proyecciones” carezcan de peso y relevancia. El hecho de que existan imágenes, cultos o estampas populares dice mucho acerca de las construcciones sociales de sensibilidades religiosas y de las maneras como estas conciben su vínculo con un pasado real o legendario (por ello no es necesario corroborar la historicidad de Jesús de Nazareth para estudiar aspectos varios del cristianismo, por mencionar un punto de analogía.) La confluencia de todo este tipo de material, finalmente, puede ayudarnos a dar perspectiva a continuidades o transformaciones identitarias. La combinación de material legendario o hagiográfico con registros históricos originales, proporciona, como apunta Pinch (2012), “[…] una idea de cómo los significados relacionados con acontecimientos, personas y sitios diversos del finales del siglo XVI se han filtrado en la comunidad de nāth yoguis a lo largo del tiempo” (pp. 174-275). 

arte del Jogapradipika 

Los Nombres

El apelativo nāth-yogui –según señalan algunos especia-listas– se concibe o define hacia el siglo XVIII. Ciertamente, hay que tener en cuenta que la palabra nāth o nātha figura en textos anteriores a la llegada de los británicos, quienes no inventaron la palabra.  Se trata de una voz sánscrita que significa “señor,  amo, refugio, protector”. Aparece frecuentemente como parte  del nombre de personajes divinos, como es el caso de Jagannāth, la deidad tutelar de Orissa. Ha sido, además, un apelativo comúnmente añadido al nombre iniciático de un adepto o devoto de alguna de las distintas ramas religiosas en el sur de Asia.

El nāth-yogui es un tipo de renunciante que se diferencia de otros grupos ascéticos en buena medida gracias a los kuṇḍal , los peculiares aretes que portan en ambas orejas. Este distintivo no solo indica que el adepto es un renunciante, sino también que ha recibido la iniciación y ha pasado a formar parte de la orden de yoguis que se asumen seguidores de las enseñanzas de Gorakhnāth, de tal suerte que en el imaginario colectivo de la península, yogī es frecuentemente sinónimo de gorakhnāthi; es decir, seguidor de Gorakhnāth.  Gorakh fue una figura semi-legendaria que pudo haber vivido alrededor del siglo XII, pero no hay pruebas concluyentes al respecto.

El apelativo de yogī, o su forma vernácula jogī, suele referirse, entonces, a los gorakhnāthis sobre todo a partir de la India premoderna. Otro epíteto o nombre con frecuencia utilizado para designarlos es siddha. De este modo, al consultar diversas fuentes, tanto en el folclor como en la tradición textual nāth, yogī y siddha a menudo funcionan como sinónimos, si bien en sentido estricto cada vocablo puede designar a personas distintas.

La palabra siddha quiere decir “alguien perfecto o que ha alcanzado la perfección (espiritual, ascética)”. Un siddha (de la raíz sidh, tener éxito, perfeccionarse) es un asceta que ha logrado distintas perfecciones o “éxitos”, los más famosos de los cuales son los ocho que se pueden adquirir gracias a la práctica del yoga. Nātha, por su parte, alude a “señor, amo, protector, refugio” y en el presente contexto designa, por un lado, al militante de algunas de las órdenes iniciadas o vinculadas con Gorakhnāth y, por el otro, a quien ha controlado los sentidos mediante las prácticas psicofísicas del hathayoga. Procede de la raíz nāth, “poseer señorío, poder”, pero también “implorar, suplicar”. Empleado en sentido absoluto, Nātha puede, asimismo, designar al dios Śiva, en particular en el compuesto Ādinātha (lit. Nātha primordial) que suele figurar en las listas de maestros ejemplares del linaje nātha. Śiva, pues, constituye el primer nātha; es decir, el mejor controlador de los sentidos por medio de poderes yóguicos. Una excepción interesante aparece en el Akulavīratantra, texto atribuido a Matsyendra y relativamente temprano (¿siglo IX e.c.?). Allí, en una clara referencia a Śiva –quien primero impartió los sagrados secretos– se utiliza la expresión siddha-nātha (Akulavīratantra, 2). 

Así, los seguidores del Nāth Panth son conocidos como nāth-panthis, pero también como kānphatīs (yoguis de “la oreja perforada”). Además de kānphaᒷis también reciben el nombre de darśanīs, debido a uno de los nombres con que se conoce a los aretes (darśan) que portan muchos de los nāth-yoguis en la actualidad. Esta  práctica posiblemente entró en vigor entre los siglos XVII-XVIII. Vale la pena señalar  que no todos ellos son necesariamente descendientes espirituales de Gorakh ni portan los aretes (estos son, estrictamente, los kānphata-yoguis, kānphatīs o gorakhnāthīs), pero la mayoría de yoguis, independientemente de su linaje en particular, se pueden referir a sí mismos como nāths o nāth-siddhas, apelativos genéricos favorecidos por ellos mismos en sus publicaciones. Con bastante frecuencia, los nāths son también conocidos y auto-concebidos como yoguis, siddhas  o  avadhūtas, términos que, en sentido genérico, se refieren a ascetas cuyas arduas prácticas espirituales y austeridades les han prodigado diversos poderes sobrehumanos (siddhis).

Como es de esperar, el término nātha también se explica en varias fuentes a partir de una etimología homilética. Así, el Rājaguhya declara que la sílaba nā connota la anādi, la forma primordial (lit. “sin origen”), mientras que la sílaba tha connota sthāpita, “establecido”. Nātha, pues, significaría la forma o el dharma primigenio establecido en los tres mundos (bhuvanatrayam) (cf. Dvivedi, 1996, p.3). Esta explicación carece de fundamento gramatical, pero al menos deja entrever la importancia del término nātha, el cual desde luego merecía una dilucidación esotérica.

Yogis, Historia y Fuentes Textuales

La  pesquisa historiográfica necesita escrutar  en crónicas, registros y otros  materiales textuales. Resulta importante indagar,  por un lado, los momentos en los que la conformación o el prestigio de los nāth-yoguis se “consolidó”– por así decirlo–; y por el otro, rastrear las maneras específicas como las fuentes textuales históricas se referían a ellos. Parece probable que el culto de los nāths se practica en Bengala desde el siglo XI (Bhattacharya, 1996). El periodo de florecimiento parece ubicarse entre los siglos XIII y XVI, periodo en que se compusieron varios de los textos asociados a los nāths. Su supuesto declive habría comenzado en el siglo XVIII (cf. Bouy, 1994; Dvivedi, 2004).

Un punto que parece significativo y sobre el cual es importante insistir, es el hecho de que los yoguis sostuvieron un intercambio intenso con diferentes grupos de sufíes, los cuales comenzaron a tener una presencia ponderable en la península desde el periodo del sultanato de Delhi. Esto resulta interesante no solo por la interacción entre comunidades musulmanas e hindúes, sino porque dichos encuentros, sobre todo en las regiones del norte de India, parecen haber estado cobijados por la cultura de la devoción o bhakti. Así, los sufíes indios hubieron de articular diferentes dinámicas de interlocución con sus pares indios, en particular con los sants (Muñoz, 2011). La transición entre el declive del sultanato de Delhi y el surgimiento del imperio mogol significó cambios en la configuración política del subcontinente, pero también hubo continuidades en la esfera  cultural. Los sants, los yoguis y los sufíes habían llegado para quedarse.

Que los yoguis fueron un grupo importante entre los siglos XII y XVIII es un hecho  comprobado por las innumerables referencias históricas y hagiográficas de la época. Por ejemplo, Madhava (siglo XIV) en su biografía de Śankara refiere una historia que involucra a dos de los personajes nāths más prominentes, a saber: Matsyendra y Gorakh. Por otra parte, los documentos sobre los yoguis de Jakhbar en el Punjab (a partir del siglo XVI), atestiguan que los mahants del establecimiento yogui recibieron allí varias donaciones de tierras y dinero a manos de diferentes gobernantes musulmanes, algunos de los cuales fueron Akbar, Jahangir, ShahJahan y Aurangzeb (Goswamy & Grewal, 1967 passim). En una inscripción del templo de Naraini en Kalinjar, (ca. 1519, Uttar Pradesh) se leen los siguientes nombres: Prānanātha, Panganātha, Gopīnātha, Mānsingh y Nandanasingh (Prasad, 1990). Aunque la inscripción está deteriorada, parece que se trata de un registro de una donación o patronazgo (las dos personas llamadas Singh) a favor de unos yoguis, todos los cuales se llaman nāth. Quienes otorgan el favor no son musulmanes y no podemos saber su rango social, pero ciertamente es frecuente la relación gobernante-yogui.

Este tipo de fenómeno ha sido discutido por Gold (1992, 1995), pero aún queda mucho por explorar. Uno de los casos que Gold ha estudiado acerca de la relación entre yoguis y gobernantes se refiere a la influencia que un yogui llamado Ayas Dev Nath ejerció sobre Man Singh, rey de Mewar (Jodhpur), en Rajasthan, en el siglo XIX. Man Singh se convirtió en un gran patrón de los nāths al grado de conformar una gran e importante biblioteca que terminó por convertirse en los Archivos de Mehangarh dentro del fuerte de Jodhpur, ahora una de las colecciones más importantes de literatura nāth. En todo caso, Man Singh no era gobernante musulmán y corresponde a la historia más reciente. Para evaluar mejor las evidencias, es necesario remitirse al periodo del establecimiento del dominio islámico en el sur de Asia.

Yogis e Islam

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En términos generales, la actitud que mantuvieron los regidores musulmanes, en su mayoría de orientación sunita, fue de rechazo a las prácticas religiosas autóctonas de la India, concretamente hindú y jaina. Si bien hubo momentos de relativa tolerancia durante el periodo del sultanato, el Estado oficialmente defendía la fe islámica por encima de las otras. Al mismo tiempo, el sultanato vehiculó la introducción del sufismo, un factor que parece haber sido importante para favorecer la conversión. Entre los siglos XII y XIV la interacción parece haber sido poca o reservada entre el islam y el hinduismo, pero una de las excepciones notables es la registrada entre sufíes y yoguis. Ibn Battuta (s. XIV), por mencionar una de las fuentes confiables, registró el interés que Muhammad Tugluq tuvo acerca del poder de los jogīs (Ernst, 2007).

Entre las órdenes  sufí que llegaron a  India, algunas tendían a ser  más ortodoxas y celosas de la Shariah y otras se mostraron menos conservadoras y poco a poco se “indianizaron” en términos de expresión, como describen algunos especialistas (Sarkar, 1985). Parcialmente derivado de ello, los sufíes de la orden qalandariya llegaron a estar más expuestos a los yoguis (Gold, 1987), pero también la orden chishti. Gradualmente  este  ambiente  habría de producir una suerte de periodo de síntesis en el cual algunos  ismailíes,  por ejemplo,  incorporaron  ciertos elementos vaiśnavas y  śaivas: desde la doctrina de los avatares, hasta algunas formas de yoga tántrico, lo cual se puede evidenciar en la literatura nizari (Khan, 2000). En el siglo XVI, las dos órdenes que más inuencia habían adquirido eran  los chishtiyas y los  suhrawardis, que  a veces tenían que competir también con los qadiris y los shattaris (Aquil, 2007).

Un posible lugar común de encuentro parece haberse dado entre las clases bajas. Varios estudiosos han sugerido que las tradiciones nāths pudieron haber sido relevantes para la casta de tejedores, los julāha, que recién se había convertido al islam (Gold, 1987). De hecho, es posible que todavía algunos yoguis en Assam y  Bengala estén asociados a este oficio (Bhattacharyya, 1996). En Uttar Pradesh, la secta de los Bharthari Jogis no solo pertenece a esta casta, sino que también son musulmanes de nacimiento (Champion, 1995). Frecuentemente se desenvuelven como bardos itinerantes, pero resulta significativo el hecho de que han moldeado las narrativas nāths, para adecuarse a una sensibilidad sufí.

En un valioso artículo, Ernst (2005) sugiere que posiblemente los yoguis fueron el único grupo religioso con el cual los sufíes sintieron verdadera afinidad, lo que habría facilitado la interacción. Ambos podrían haber competido por erigirse como curadores, obradores de milagros y santos.  Incluso es posible que hayan frecuentado los mismos sitios y hasta hayan llegado a ejecutar prácticas similares en materia  de  control  respiratorio. Diversas fuentes atestiguan que el intercambio entre musulmanes y yoguis fue duradero y contó con bastante actividad durante el periodo mogol. ‘Abd Al-Quddus Gangohi, un sheik chishtiya en India en tiempos de Babur (s. XVI), sabía sobre haᒷhayoga y gustaba de la poesía en hindi, en especial del tipo nirguᒤī que invocara a Gorakh o a Nirañjan (Gold, 1987). Incluso Gangohi a veces usaba el psuedónimo de “Alakh-das” (Aquil, 2007). A partir del siglo XVII comenzaron a circular fuera de India traducciones al persa, el árabe y el turco otomano del Amritakanda, un texto sobre el control de la respiración debido al interés que los sufíes tenían por el tema. El mismo príncipe Dara Shikoh (s. XVII) escribió sobre ello. Pero ya desde el siglo XIV los autores musulmanes habían prestado atención a dicha práctica. Muhammad ibn Mahmud Amuli, médico iraní, incluyó en su tratado enciclopédico una sección sobre el control respiratorio, sobre los tipos de aliento y sobre el sistema de chakras (Ernst, 2012). 

Ahora bien, resulta importante mencionar que la interacción entre sufíes y yoguis figura sobre todo en fuentes sufíes, en particular la hagiografía. Un caso típico es la competencia para demostrar las respectivas facultades sobrenaturales. Dos ejemplos son el del yogui Ajaypal Nāth, quien junto con varios discípulos hace frente a Muin al-Din Chishthi, recién llegado de Meca y que trataba de convertir  al islam al dios de un templo (Ernst, 2005), y en un texto nizari del siglo XVIII, donde Guru Hasan Kabiruddin demuestra su superioridad sobre Kanhapa (Khan, 2000). El mismo motivo aparece en las leyendas sobre los poetas santos Kabir, Anantadas o Nānak, que por lo general compiten contra Gorakh. Desde luego, parte del asunto radica en vericar qué términos emplean estos autores y textos para referirse a los yoguis. Asimismo, se debe revisar de qué manera lo hace el Dabestan-e Mazaheb, o Escuela de las religiones, el famoso texto indio escrito en lengua persa a mediados del siglo XVII. Claramente el vocablo  más recurrido es jogī, la variante vernácula del norte de la India de la palabra sánscrita. Entre las excepciones de la hagiografía nāth, cabe destacar a Ratannāth, quien, según las fuentes, fue un discípulo de procedencia musulmana y maestro de GogāPīr, un personaje importante en el folclor de Rajasthan. Concretamente se sabe que las sectas HandiPharang y JafirPīrs constituyen ramas musulmanas de naths (Ernst, 2005; Briggs, 2001).

La Construcción de una Identidad

Si el término nāth antes del siglo XVIII no se refiere a una corporación ascética, ¿cómo leer su incidencia en textos anteriores? Los contextos pueden variar, ciertamente, y en muchos casos no querrá decir más que “señor”, usado como una especie de título honorífico o incluso como apellido. Pero cuando la palabra aparece en textos asociados con los yoguis, podría no ser el caso. Uno de los textos tempranos sobre haᒷhayoga, y que en algún momento se atribuyó a Gorakh, es el Yogabīja. Allí encontramos las siguientes palabras: 

Este ha de ser el camino que concede las siddhis y escinde la red de Māyā; que aniquila el nacimiento, la vejez, la muerte y la enfermedad; y que otorga la felicidad y merced al cual los que están atados se liberan; éste es el supremo camino de la realización. Te hablaré del nāthamārga por el que preguntas, Oh Sureśvarī, pues te aprecio (6, 7). 

Aquí hay que reflexionar con cuidado: “Nātha-mārga”, ¿quiere decir el “camino del Señor”? Si Adinātha (Siva) figura en las lista de Nāthas proverbiales, ¿cómo interpretar un apelativo en relación con el otro? Shiva es, literalmente, el “primer nātha, o señor”. Por otro lado, es Shiva quien está hablando aquí a su esposa; sería algo raro (aunque no imposible) que Shiva dijera te mostraré el camino de Shiva, en vez de decir el camino que lleva a mí o el camino que yo he enseñado. Un texto como el Yogabīja no dice transmitir el camino de Śiva-como-primer-nātha, sino el “camino nātha”, o “de los nāthas”. 

En otra parte, la práctica también es llamada el “camino de los siddhas pronunciado por Shiva”, una expresión que funciona como sinónimo de nāthamārga. Desde las tradiciones puránicas, tántricas y budistas, siddha se refiere a un perfecto practicante de métodos usualmente relacionados con alguna forma de yoga, pero también de magia. Hacia el final del texto, el dios dice que: “este gran secreto, el Yogabīja, el cual he esclarecido, debe ser difundido entre los devotos de Śiva que siguen el nāthamārga”(Yogabīja, 189).

La lectura más natural parece sugerir que la enseñanza contenida en este texto debe ser impartida a aquellos śaivas que siguen el camino de los perfectos yoguis (nāthas). Esta lectura es distinta de la que encontramos no muy lejos del final del Yogabīja, donde explícitamente se menciona el ādināthamārga, es decir el camino del Primer nātha, o Śiva. Tal vez nātha se empezó a utilizar como sinónimo de siddha y gradualmente se convirtió en título exclusivo de estos yoguis. La conclusión lógica a partir de estas citas es que el camino de los siddhas/nāthas deriva del dios y, por lo tanto, ni siddha ni nātha equivalen a Shiva. 

Uno de los tratados en materia de yoga más difundidos es el Hathapradīpikā, un texto del siglo XV. Este cita unos cinco versos del Yogabīja, que a su vez recoge unas nueve estrofas del Gorakśaśataka, cuya fecha probable de composición es 1400 e.c. (Mallinson, 2012). Así que el Yogabīja posiblemente sea del 1450, lo cual hace pensar que para mediados del siglo XV, al menos en algunas tradiciones yoguis, ya existía una forma cuando menos incipiente de denominar a los adeptos de hathayoga y de Gorakh como nāthas. Además, resulta interesante advertir que si el Gorakśaśataka y el Yogabīja corresponden al periodo de 1400-1450, se podrían haber escrito más o menos durante la incursión de Timur en el norte de India y durante la dinastía sayyida.

El argumento de Mallinson (2011, passim) es que antes de los siglos XVII-XVIII, la palabra nātha se refería invariablemente a la realidad absoluta y no a un militante de las varias escuelas de hathayoga. De regreso al  caso de Quddus Gangohi, al discutir la teoría de wahdat-ul-wujuden en su  Rushdnama cita varios versos en hindi medio donde  invoca a Gorakh y a Nātha.  De las seis veces que aparece nātha, sugieren algunos especialistas, parece que al menos una vez denota al perfecto siddha (Aquil, 2007), justo lo que parece suceder en Yogabīja. Si Quddus Gangohi escribió el Rushdnama en su juventud, el texto correspondería a la segunda mitad del siglo XV, tal vez apenas algunas cuantas décadas después del Yogabīja y quizá contemporáneo del Hathapradīpikā. 

La Tradición Hagiográfica y Literaria

Otro modo de “medir” el uso de nātha como sinónimo de yogui de la escuela de Gorakh es rastrear las apariciones o menciones de listas de los personajes santos para dicha tradición, a saber los nueve nāthas. Es bastante probable que la lista no haya sido fijada sino hasta un momento más bien tardío, pero sin duda figura desde hace varios siglos en distintas fuentes. El Gurū granth sāhib (ca. XVII) –las escrituras de los sikhs– posee referencias a los nueve nāthas, lo que debe implicar que la noción de un grupo de nueve antecede a la consolidación del Sikh Panth. En el mismo siglo, en un poema devocional en memoria de Kabir, el poeta Malukadas menciona a los nueve nāthas junto con los ochenta y cuatro siddhas (Lorenzen, 1996). Tanto nāthas como siddhas, en un contexto como este, casi por necesidad son apelativos que se refieren a los practicantes de hathayoga relacionados con Matsyendra, Gorakh,  Kanhapa y Caurangi, entre otros. Kabir en el siglo XV, antes que los autores sikhs y malukadas, también refiere por nombre a Gorakh y otros jogīs. Puesto que los yoguis también compusieron poesía religiosa, es primor-dial buscar allí. La colección más afamada se conoce como Gorakhbānī, aunque posiblemente no todos los versos sean realmente obra de Gorakh. Puesto que en estos poemas no hay mención por nombre a ninguno de los poetas nirgunī, parece seguro afirmar que al menos la mayoría de estos versos anteceden a los nirgunī sants.

En el pad 38 del Gorakhbānī (Barthwal, 1994), Gorakh –o quien haya compuesto el verso– menciona a los nueve nāths y los ochenta y cuatro siddhas. Estos personajes, a diferencia de los budistas, jainas, musulmanes, vaiśnavas y otros religiosos, se distinguen por la práctica del hathayoga, mientras que los otros encienden lámparas, hacen ofrendas de frutos y flores, se dejan crecer el cabello, se untan de cenizas o recitan libros sagrados. La citada lista de ochenta y cuatro siddhas tal vez cobró autoridad sobre todo a partir del recuento hagiográfico de Abhayadatta en el siglo XIII; es decir, antes de la composición del Hathapradīpikā, el Yogabīja o el Gorakśaśataka. Significativamente, en esa lista de reputados siddhas, o maestros yoguis del budismo vajrayāna, se mencionan a Gorakh, Mina (Matsyendra), Kanhapa, Caurangi y Jalandhar, figuras prominentes de la hagiografía nāth. El poema aludido parece ser posterior a la obra tibetana; quizá contemporáneo, pero difícilmente anterior. 

A expensas de que se lleve a cabo un trabajo Filológico mucho más preciso y detallado, se  puede afirmar que estos poemas anteceden la obra de Kabir (ca. siglo XV). Es decir, que los Gorakhbānī pueden datar del siglo XIV. Lo que resulta significativo de este y otros versos es, en primer lugar, el hecho de que para el autor la categoría de yoguis es diferenciable de hindúes y de musulmanes –un asunto que también elabora Kabir (cf. Lorenzen, 2011); y en segundo lugar, que ya existe una noción arraigada de un grupo de nueve nāthas asociado con los practicantes de hathayoga. El verso citado explícitamente menciona que estos nāths y siddhas recurren a la práctica de āsanas, una de las marcas distintivas del haᒷha desde sus inicios. Parece más bien difícil entender que en este verso nau nātha signifique simplemente “nueve señores o amos”, entendido como preceptor espiritual en general. Cabe considerar que el término está cargado de una idea que quizá se pueda parafrasear como “jefe del (hatha) yoga”. 

Deducciones Preliminares

Las preocupaciones aquí  expresadas sugieren varias inquietudes. Por un lado, resulta evidente la importancia de hacer estudios más profundos de las dinámicas socio religiosas e historiográficas durante el sultanato de Delhi, para acreditar mejor la  importancia, la alternancia o la competencia entre distintos grupos religiosos y evaluar sus relaciones con los gobernantes en turno. En particular, vale la pena determinar si alguna de las dinastías permitió con mayor facilidad el desarrollo de grupos religiosos no islámicos, ya sea por debilitamiento político u otras razones. Por otro lado, también es necesario rastrear en las posibles regiones donde pudo haber surgido Gorakh (Punjab, el Decán, Bengala o Nepal; cf. Mallinson, 2011) para hallar documentos que ofrezcan evidencias más fiables acerca de su contexto y, en consecuencia, afianzar el primer eslabón de la historiografía nāth. En el caso del Decán, por ejemplo, podría ser significativo que la denominación religiosa más común era la chiita, en contraste con el sultanato de Delhi que fue sunita en su mayoría. 

Por último, también surge una incógnita: ¿los sufíes hallaron afinidades y se retroalimentaron de los yoguis, o más bien fue la expansión de centros sufíes lo que, al menos en parte, favoreció la conformación de la orden de los  nāths?  En  otras palabras, bien valdría  la  pena sondear la posibilidad de que fue justamente el contacto con algunas órdenes sufíes lo que aportó a los yoguis las herramientas argumentativas u organizativas para, por un lado, deslindarse cada vez más del ámbito tántrico –una inquietud recurrente en la literatura hagiográfica– y, por el otro, idear modos de construirse una identidad más o menos autónoma. Al respecto, resulta significativo que más de un líder nāth haya recibido el título de pīr, y que varios personajes mogoles hayan  sostenido  entrevistas con yoguis casi en la misma medida que con líderes de órdenes sufíes. Justamente el mostrarse –cuando menos en teoría– como un grupo con una identidad distinta del resto de los hindúes pudo haber favorecido el intercambio con los ascetas musulmanes, el movimiento más o menos libre entre la población en general y la conservación de un hálito especial de santidad que tal vez no siempre pudieron preservar los pandits frente a los sultanes y los posteriores monarcas mogoles. En un sentido, esa misma naturaleza amorfa, abierta y universalista caracterizó el éxito de los poetas nirgunis. De todos estos movimientos poético-religiosos, claro está, el único que logró explotar verdaderamente la diferenciación identitaria fue Nanak, quien terminó por fundar una religión independiente y no solo una secta o grupo absorbido por el hinduismo. 

Vale la pena recordar que Kabir ca. 1440-1518 (entre las dinastías Sayyid y Lodi) y Surdas ca. 1474-1584 (entre la dinastía Lodi y el reino de Akbar) florecieron bajo el sultanato de Delhi, de manera simultánea con órdenes de sufíes. Significativamente, por otra parte, (Prasad, 1990) parece que durante el sultanato de Delhi, entre los títulos para referirse al sultán en las inscripciones sánscritas se encontraba la palabra nāth. Al mismo tiempo, tampoco se puede descartar la posibilidad de que no hayan sido solo los yoguis quienes comenzaron a utilizar el término nātha para referirse a ellos mismos; bien podría haber sido la población en general, o los sufíes o los gobernantes musulmanes. Al respecto, podría ser relevante que el padre Antonio Monserrate, jesuita en la corte de Akbar, durante una visita real a la cueva de Gorakh Tilla recalcara que todos los yoguis allí residentes se llamaban nāth. 

Tras criticar severamente a Balnāth, cabeza de la congregación de yoguis, Monserrate escribe: “Este perverso ha engatusado a los tontos hindúes para que lo veneren y le llamen con varios nombres que terminan en “nat” [nātha], tales como Manquinat, Septenat, Jagarnat, etc.” (Pinch, 2012). Sería sensato suponer que la insistencia en usar el apelativo de nāth hubiera podido desembocar en que dicho apelativo terminara por convertirse en una marca identitaria. En todo caso, este punto requiere una investigación más minuciosa en las fuentes originales, no solo los registros de los misioneros y los textos de los nāths, sino en documentos oficiales, bitácoras de viaje y la literatura de  movimientos religiosos coetáneos  entre los siglos XIII y XVII. 

Aun si aceptamos que la orden de yoguis, autodefinida como Nāth Panth o Nāth Sampradaya, no es anterior al siglo XVIII aproximadamente. Ello no necesariamente cancela el hecho de que los yoguis anteriores no se concibieran a sí mismos como nāths, quizá al principio solo en el sentido genérico de “señores del yoga”. Cabe pensar que la alta recurrencia del título nāth anexado al nombre de un sinnúmero de yoguis (legendarios e históricos) sugiere que la conciencia del asceta hathayóguico ya perfilaba una distinción crucial y cualitativa con respecto de otros ascetas y yoguis. No solo eran yoguis genéricos; eran yoguis de tipo nāth. Un yogui seguidor del camino de Patañjali, por ejemplo, no es un nāth ni se sabe que exista alguna descripción como tal en alguna fuente. En parte, la generación de una lista de nueve nāthas proverbiales parece reforzar la incipiente conciencia nāth antes de la era moderna. La orden podría haberse “unificado” o “institucionalizado” hacia el siglo XVIII, pero quizá solo porque ya se había desarrollado una conciencia más o menos clara de que estos yoguis eran distintos de otros yoguis o renunciantes y el apelativo que más los diferenciaba era nāth.

lunes, 19 de julio de 2021

EL PODER DEL PRANA EN EL YOGA Y EL AYURVEDA por Acharya Vamadeva Shastri

El yoga y el ayurveda constituyen una forma de vida que nos permite alcanzar la longevidad y la inmunidad, y proporcionar la base para la búsqueda de la autorrealización y el Moksha. Su enfoque de la curación se basa en los valores correctos, el comportamiento correcto y la relación correcta con nuestro entorno natural y la humanidad en general.

El aspecto médico del Ayurveda es importante para el tratamiento de enfermedades. El lado del bienestar del Ayurveda sigue siendo relevante para todos e interactúa con las prácticas del Yoga, que ayudan al bienestar del cuerpo y la mente. La terapia de yoga (Yoga chikitsa) es una parte integral de este enfoque de bienestar ayurvédico para el cuerpo y la mente.

El vínculo entre Ayurveda y Yoga en términos de bienestar (svastha) es Prana.

En Ayurveda, Prana es la fuerza vital motivadora detrás de los tres doshas o humores biológicos de Vata (aire), Pitta (fuego) y Kapha (agua), que son los factores principales que determinan la constitución individual y comprenden el proceso de la enfermedad. Como poder de aire y energía, Prana está más conectado a Vata dosha o Vayu. Vata dosha es el dosha principal detrás del proceso de la enfermedad, ya que está más conectado a sutiles desequilibrios y alteraciones de Prana.

arte de Amuruga Manivelu


Tipos y niveles de prana

Yoga y Ayurveda reconocen cinco formas de Vayu: Prana como su fuerza propulsora básica; Udana como su energía ascendente y motivadora; Vyana como su energía en expansión y circulación; Samana como su fuerza contractora, centradora y equilibradora; y Apana como su movimiento hacia abajo y hacia afuera. Estos cinco Vayus son los subtipos de Vata dosha en Ayurveda cruciales tanto en el diagnóstico como en el tratamiento de enfermedades.

Prana es también el vínculo entre el cuerpo y la mente. El cuerpo, la envoltura del alimento o annamaya kosha, se mantiene vivo y en movimiento gracias al flujo de Prana que lo atraviesa, facilitado por los procesos de respirar, comer y beber, que sostienen el Prana en el cuerpo y constituyen la base del funcionamiento de nuestro cuerpo. órganos internos.

Entre el cuerpo y la mente está la envoltura de Prana o pranamaya kosha, estrechamente conectada con la respiración, los órganos motores y los órganos de los sentidos. Es la fuerza eléctrica que recorre el cuerpo y la mente.

La mente o envoltura mental (manomaya kosha) se sostiene desde un nivel físico por la comida, el agua y la respiración. Se extiende a energías mentales más sutiles, con la mente teniendo sus propios cinco movimientos pránicos como expansión y contracción, energía ascendente o descendente y sobre toda fuerza propulsora. Estos se conectan con las koshas aún más sutiles de inteligencia (vijnana) y bienaventuranza (Ananda).

Trabajando con Prana y la Respiración

Se dice que la mente y el prana son como las dos alas de un pájaro como poderes de conocimiento y acción. Nuestros pensamientos se reflejan en nuestros procesos respiratorios y circulatorios. Nuestra respiración se ve afectada por nuestras emociones y estado mental, que pueden debilitarla y perturbarla.

A través del poder de Prana y sus cinco subtipos o movimientos, podemos regular el cuerpo y la mente y mantener su correcto funcionamiento y desarrollo positivo. Podemos aprender a hacer que nuestra conciencia se expanda o contraiga, ascienda o descienda a voluntad moviéndonos a través del gran universo de la conciencia.

Sin embargo, Prana no es simplemente la respiración. La respiración es el factor principal que sostiene el Prana en el cuerpo, pero el Prana como energía vital nunca muere. Es parte del cuerpo sutil (sukshma sharira), que después de la muerte transmigra a otro cuerpo para una nueva encarnación.

La respiración es nuestro principal medio de trabajar con Prana en nuestra vida física y la base de la mayoría de las formas de Pranayama. Sin embargo, el objetivo de Pranayama es calmar la respiración para que podamos conectarnos con energías pránicas más profundas de la mente y la conciencia más allá del cuerpo. El objetivo del yoga es eliminar el nudo del apego de la mente con el cuerpo, que constituye el ego y todas sus ilusiones, llevándonos al dolor.

El factor principal del bienestar en Yoga y Ayurveda es profundizar la respiración y unificar las fuerzas pránicas dentro de nosotros. Hay un prana unitario superior detrás de la respiración y los sentidos, así como hay una conciencia unitaria superior detrás de la mente. El prana unitario y la mente unitaria van juntas y se transforman mutuamente.

Se han desarrollado varias prácticas de Pranayama para fortalecer y equilibrar el Prana trabajando con el proceso de respiración. En última instancia, estos apuntan al estado sin aliento. (kevala kumbhaka), que a menudo se malinterpreta. No se trata simplemente de contener la respiración, sino de acceder al Prana más profundo detrás de la respiración.

La respiración alternativa por las fosas nasales (Nadi Shodhana) es la práctica clave para desarrollar un Prana unitario, equilibrando el flujo de la respiración entre las fosas nasales derecha e izquierda, los nadis solares y lunares, llevando el Prana de la dualidad a la unidad. Esto permite que el Prana entre en el canal central o Sushumna, como el prana unificado que nos conecta con el Ananda o bienaventuranza interior, que contiene las energías curativas más profundas del amrit y el soma.

Ayurveda tiene hierbas y aceites especiales que ayudan a desarrollar un Prana más profundo. Esto es parte de su terapia de rejuvenecimiento o rasayana, que generalmente requiere primero una terapia preliminar de purificación de Pancha Karma. Brahmi rasayana es muy importante a este respecto.

Todos debemos aprender a acceder al poder de Pranayama para sanar el cuerpo y purificar la mente, junto con sus prácticas de apoyo ayurvédico, y sobre todo reconocer el Prana más profundo e inmortal detrás y más allá de cualquier práctica de respiración. Este es uno de los grandes secretos del Yoga. Al convertirnos en uno con Prana, vamos más allá del nacimiento y la muerte.

El Prana más elevado es el poder del Atman o Ser interior de conciencia pura. Este es el Prana Purusha de los Upanishads y Shiva Mahadeva como gobernante del Prana. Además, hay varias conexiones de Prana con el sueño profundo, yoga nidra y samadhi, que merecen un estudio y una práctica profundos. No solo vivimos a través del Prana, podemos conectarnos con las fuerzas de la inmortalidad a través de él.


- Fuente: artículo del Dr David Frawley publicado por el  American Institute of Vedic Studies, traducido al español por el autor de este blog.

YOGA y ADVAITA - Conversando con Swami Satyananda Saraswati

Swami Satyananda


- En el Yoga encontramos distintas visiones y enseñanzas. ¿Existe una relación entre el hatha yoga y el advaita?

Tanto el yoga como el advaita son caminos de autoconocimiento que forman parte del hinduismo. El hatha yoga enfatiza la práctica por medio del cuerpo y del prana, o energía vital, para armonizar la energía y llegar a la unión del sol y la luna, o ida y pingala, con el subsecuente despertar de kundalini y finalmente la liberación. Este es el propósito real del yoga, aunque además tenga ciertos usos terapéuticos que hoy se destacan.

El Advaita vedanta concibe que existe una única realidad no-dual. Es el camino del jñana yoga, el yoga del conocimiento, que busca reconocer la esencia o conciencia que existe en todo y siempre, más allá del cambio.

Siguiendo el método tradicional ambos caminos requieren de una intensa aspiración, perseverancia en la práctica, abhyasa, y un maestro que nos guíe en este precioso y profundo proceso.

- El hatha yoga y raja yoga hablan de la falsa identificación del ‘Yo’ real con la mente. ¿Cómo se explica en el advaita?

En el caso del advaita es esta misma avidya, o ignorancia primordial, la que nos cubre como un velo y no nos deja reconocer nuestra esencia trascendente, la Realidad. Esto conduce a una identificación con un cuerpo y una mente. Como vemos aquí los dos sistemas son cercanos, no son campos separados sino que sus visiones conviven y se retroalimentan.

Mi maestro, Swami Muktananda, siempre decía que puedes estar en jiva bhava, o en la consciencia que eres un ser limitado, o en shiva bhava, el pleno reconocimiento que eres la Conciencia siempre libre. En jiva bhava estás bajo maya o la ilusión. Cuando rompes esta ilusión reconoces tu esencia.

- ¿Qué los diferencia?

El énfasis del hatha yoga es la determinación y la intensidad de la práctica, usando distintos medios para purificar cuerpo y mente.

En el advaita, tal y como lo expone Shankara, en realidad no haría falta hacer nada, sino simplemente darte cuenta de lo que ya eres mediante un profundo discernimiento, viveka.

- Patañjali nos habla del ashtangha yoga, o los 8 pasos hacia la liberación (kaivalya). ¿Cuál sería el proceso del advaita vedanta?

El advaita es un camino riguroso que requiere de una preparación anterior. Los textos especifican que el aspirante debe tener discernimiento (viveka), desapego (vairagya), seis cualidades muy importantes (satsampati): una mente aquietada (sama), unos sentidos aquietados (dama), auto-dominio (uparati), fortaleza (titiksha), completa concentración (samadhana), confianza (sraddha); y por último un intenso deseo de liberación (mumukshutva).

Sería entonces cuando podemos empezar a experimentar la Realidad. Poder entrar en un estado de auto-indagación, o vichara, es muy difícil con una mente y unos sentidos excesivamente extrovertidos, así que la práctica del hatha y raja yoga son un gran soporte para acceder a ello.

Vemos de nuevo su gran complementariedad cuando el mismo Shankara, el gran exponente del advaita, compara en el Aparoksha anubhuti algunos de estos angas o pasos del yoga desde el punto de vista de la realización final del advaita. Así, por ejemplo, la verdadera asana sería aquella en la que la meditación de la Realidad fluye de manera espontánea e incesante; la absorción de la mente en la Conciencia sería pratyahara, y mantenerse en la absoluta dicha de esta Conciencia, la verdadera meditación, dhyana.

- ¿Podríamos decir que el advaita es un camino más sutil?

Es un proceso donde la mente ya debe estar aquietada. Muy pocos pueden darse cuenta de lo que ya son sin hacer nada. Serían almas con una práctica en una vida anterior con una tremenda madurez; hay casos así como Ramana Maharshi con su despertar espontáneo o Nisargadatta Maharaj donde su práctica fue de solo tres años. En muchos otros casos hace falta una intensa determinación y una firme práctica para purificar y descondicionar nuestra mente de la ilusión de que somos un cuerpo-mente limitado.

- ¿Son compatibles ambos caminos?

Hay muchos ejemplos donde la enseñanza advaita utiliza la sadhana yóguica como soporte para purificar cuerpo y mente y acceder así al estado del conocimiento: la escuela de Swami Sivananda de Rishikesh, Swami Muktananda, Swami Vivekananda y un largo etcétera. A la vez existen advaitins que no practican yoga ni meditación y solamente permanecen en la observación e indagación, atma-vichara.

- ¿Es necesario para un yogui seguir el camino del advaita?

Por supuesto que no, el camino del hatha y raja yoga conducen a kaivalya, la liberación. Son caminos completos por ellos mismos. Pero algunas personas sienten proximidad con el advaita y se acompañan de prácticas yóguicas para facilitar su proceso y poder entrar en este espacio de consciencia.

- ¿Qué obstáculos o dificultades pueden aparecer al acercarnos a este camino?

Hoy en día el advaita está de moda y hemos visto aparecer el neo-advaita donde existe el peligro del autoengaño: personas con poca preparación, sin conocimiento del proceso que exponen los textos tradicionales, sin un maestro o sin haber llevado a cabo ninguna práctica intensa durante largo tiempo, que consideran que por oír unas frases de sabiduría en una charla o satsang pueden acceder a este estado. Por supuesto pueden acceder a una cierta comprensión intelectual o tener una cierta experiencia, pero el advaita nos lleva a un estado de consciencia de plenitud más allá de todo cambio.

- ¿Cuál sería entonces el estado final del que recorre esta senda?

El advaitin llega a reconocerse como la Conciencia siempre presente detrás de todo nombre y toda forma. En medio del cambio percibe el no cambio, en medio de la finitud percibe la infinitud, en medio de la relativa imperfección percibe la perfección suprema que concibe como su propio ser y el ser de todo.

Shankara nos dice en su obra:  ‘Entonces el mejor de los yoguis, alcanzando la perfección (cuando se establece en esta Consciencia suprema) se libera de las prácticas. La verdadera naturaleza de ese ser está más allá de la palabra y de la mente’.


- Fuente: entrevista realizada por la revista digital "Yoga en Red".

EL LUGAR Y EL PROPÓSITO DEL BHAKTI EN EL BHAGAVAD GITA por Jayaram V

Uno de los errores que cometen muchos comentaristas al interpretar el Bhagavadgita es exagerar la importancia del bhakti (devoción) a expensas de los demás. Si estudias las escrituras con algún conocimiento de la historia antigua de la India y con especial referencia al período védico, te darás cuenta de que el bhakti no tenía lugar en las prácticas rituales védicas originales. Entró en el vedismo quizás a través de fuentes no védicas, y gradualmente ganó aceptación a medida que ganaban terreno la filosofía upanishadica y las creencias teístas, y a medida que el modelo de yajña se internalizaba y superponía a prácticas espirituales y yóguicas como la retirada de la mente y los sentidos, las austeridades (tapah), vratas (penitencias), prácticas de respiración, meditación (dhyana), autocontrol (samyama), ensimismamiento (samadhi), etc. La religión védica en su formato original era muy práctica y en gran medida materialista. Su énfasis estaba en satisfacer los deseos de uno a través de deberes obligatorios y buscar la realización. La primera idea de moksha fue obtener vida celestial a través de rituales de sacrificio. Posteriormente se desarrolló la idea de la liberación como un escape permanente.

Tiene sentido que uno no pueda cultivar intencionalmente la devoción así como así, sin la correspondiente purificación espiritual y estabilidad emocional. No es que los humanos ordinarios no puedan experimentar la devoción. Sin embargo, no puede considerarse pura porque permanece teñida de emociones, pasiones y deseos humanos burdos en lugar de la expresión de pureza y perfección internas. Así como una flor emite un aroma cuando florece, la devoción pura del tipo desinteresado (Ishvara-paridhana) que suspira por la unidad con el yo supremo o el yo individual (Ishvar) se manifiesta por sí misma cuando un aspirante alcanza la perfección en la práctica del yoga, suprimiendo deseos y modificaciones mentales y estabilizando su mente. La práctica del bhakti se establece firmemente en él solo cuando abandona todo y entra en el estado puro de renuncia, que se caracteriza por la ausencia de deseos, apegos, ignorancia, engaño y egoísmo.

La idea del bhakti como una solución espiritual ganó prominencia en el período medieval como un esfuerzo por revivir la fe nativa debido al advenimiento del Islam, mientras que la idea de la devoción a una deidad elegida como una solución a todos los problemas mundanos probablemente se fortaleció después del advenimiento del cristianismo. No es que estas ideas no existieran en las religiones nativas antes, ya que la India fue testigo del origen de numerosos sistemas de creencias. Sin embargo, probablemente se hicieron populares en esa época para contrarrestar su influencia.

Hasta entonces, el bhakti era una práctica corolario de sannyasa y la consecuencia de la purificación espiritual, el conocimiento y la iluminación, o la perfección a través de varias vidas, no el punto de partida de ninguna práctica religiosa o espiritual. En consecuencia, las tradiciones renunciantes y los sistemas filosóficos que derivaron su inspiración de los Vedas pusieron su énfasis en lograr la liberación a través del deber (karma yoga), el conocimiento (jnana yoga), la inteligencia (buddhi yoga), el autocontrol (atma samyama yoga), el autopurificación y renunciación (sannyasa yoga o nishkama karma yoga). El fundamento o más bien el punto de partida de todos estos yogas eran solo dos, el deber (karma) y el conocimiento (jnana).

Incluso en el Bhagavadgita (3.3), el Señor Krishna dice que en el pasado remoto reveló dos caminos para el beneficio de la humanidad, el camino de la acción para los hombres de acción y el camino del conocimiento para los hombres de conocimiento. No mencionó la devoción como una solución primaria porque nunca tuvo la intención de ser un camino independiente en sí mismo, sino más bien una consecuencia de estos dos caminos originales. Nadie puede convertirse en un verdadero devoto con solo desear serlo. Tiene que manifestarse como una rama de la pureza y la espiritualidad de uno, al igual que una flor o un fruto aparece cuando una planta ha alcanzado cierta edad y cuando llega el momento.

arte de Pieter Weltrevedre

MIMANSA COMO FUNDAMENTO DEL BHAGAVAD GITA

Si bien no es mi intención cuestionar las afirmaciones de aquellos que creen que la devoción es la forma más fácil de lograr la liberación, el proceso de pensamiento original del Bhagavadgita no parece haber sido inspirado en ese principio. La escritura extrae su filosofía completamente de los Vedas, especialmente de las filosofías originales Purva y Uttara Mimansa. De ellos, el primero es el más antiguo y se inspiró puramente en las creencias y prácticas de la religión védica primitiva en la que Brahman representaba la fuerza motriz oculta en los yajñas y mantras en lugar de una deidad teísta o un ser supremo digno de adoración. Por lo tanto, Purva Mimansa confió exclusivamente en la práctica del karma yoga y la realización de rituales védicos (karma kanda) para satisfacer los deseos de uno y alcanzar la felicidad aquí y en el más allá. No había lugar en él para el autoconocimiento o la devoción a ninguna deidad, ni siquiera a los dioses del cielo de Indra, que se suponía que eran los destinatarios de los sacrificios. Era el sacrificio (yajña), no los dioses, lo que importaba en su sistema de valores.

Por el contrario, Uttara Mimansa, también conocida como Vedanta, que fue un desarrollo posterior en el vedismo, depositó una gran confianza en jnana yoga y sannyasa yoga y en la porción de conocimiento (jnana kanda) de los Vedas, lo que sugiere que el conocimiento de los rituales era ignorancia. (avidya) o conocimiento inferior en comparación con el conocimiento del yo y la liberación que constituían el conocimiento verdadero (vidya). En consecuencia, instó a las personas a centrarse en la autopurificación y la autorrealización en lugar de meras prácticas rituales y cumplimiento de deseos. También enfatizó la importancia de cultivar el discernimiento (buddhi), el autocontrol, la conducta virtuosa, los deberes obligatorios, la contemplación de Brahman o Atman, el desapego, la renunciación, etc., como los medios para la autorrealización.

Bhagavadgita unió estas ideas en una filosofía integrada, colocando la renunciación (sannyasa) como la culminación de la práctica combinada de karma y jnana yogas, y la devoción como una rama de ella. En consecuencia, sugiere un enfoque múltiple para la purificación final de la mente y el cuerpo y la realización del yo puro a través de la identificación y absorción en él. Se enfoca en resolver la influencia perjudicial de los triples gunas y desarrollar la conciencia del testigo para disociarse del yo físico y experimentar la unidad. Estas sugerencias están destinadas principalmente a los cabezas de familia que están obligados a cumplir con sus deberes, persiguiendo los cuatro objetivos de la vida humana, dharma, artha, kama y moksha. Por lo tanto, ofrece karma yoga como punto de partida y base para jnana yoga.

Se supone que la práctica de karma y jnana yogas culmina en su práctica combinada como jnana karma-sannyasa yoga. En esto, se supone que debes practicar karma-sannyasa, que significa renunciar al fruto de las acciones, con conocimiento y conciencia de que el karma no surge de las acciones sino de los deseos que están escondidos en ellas. Se supone que su práctica continua lleva al yogui al karma sannyasa yoga, en el que un cabeza de familia ya no está obligado a realizar sus deberes y obligaciones, sino que se espera que renuncie a los deseos y cultive la igualdad mientras realiza las acciones necesarias para mantenerse vivo y progresar. en el camino. El propósito de la renuncia es desapegarse del yo físico y cultivar la igualdad.

Por lo tanto, define la renuncia como la renuncia a los deseos en lugar de la renuncia a las acciones, y al yoga como el estado de igualdad o ecuanimidad. Otros yogas como el yoga de la inteligencia (buddhi yoga), el yoga del autocontrol (atma samyama yoga), el yoga para superar las gunas (guna traya vibhaba yoga), etc., sirven como ayudas. La pureza y el discernimiento que surgen de tales prácticas se convierten en la base del bhakti yoga. Su práctica continua conduce a la comprensión del ser supremo (purushottma yoga), el florecimiento de las cualidades divinas (como se enfatiza en daivasura sampada yoga), el fortalecimiento de la fe sáttvica (como se menciona en shraddha traya vibhaga yoga), y finalmente la liberación o unidad. (moksha yoga) a través de la unión. Este es el modelo integrado, que encontramos en el Bhagavadgita en lugar de la solución simplista de practicar la devoción o el servicio a través del culto ritual de varios dioses y diosas o un gurú. Este desarrollo posterior ha demostrado ser regresivo, ya que revivió las prácticas rituales superficiales y las tradiciones de los templos y las actividades de construcción de templos con fines materiales en lugar del desarrollo espiritual de los adoradores, con especial énfasis en los yogas karma, jnana y sannyasa.


- Fuente: ensayo publicado por Jayaram V en el sitio hinduwebsite, traducido al español por el autor de este blog.

jueves, 15 de julio de 2021

LAS UPANISHADS DEL YOGA - Conversando con Swami Satyananda Saraswati

Swami Satyananda


- ¿Qué son las Upanishads?

- Las Upanishads son el corazón mismo del hinduismo. Son la parte final de los Vedas y tratan sobre el conocimiento de nuestra esencia, el atman. Exponen el camino que nos conduce a la plenitud de nuestro Ser.

Tradicionalmente se considera que hay 108 Upanishads de gran relevancia; de estas, diez se consideran las más importantes, ya que fueron comentadas por Shankara, Ramanuja, Madhva y otros grandes sabios.


- ¿Y específicamente las Upanishads del Yoga?

- Las Upanishads del Yoga son un grupo de unas veinte Upanishads que exponen específicamente el recorrido del yogui en su proceso hacia la liberación. Tratan en profundidad de las distintas prácticas y estadios en el camino, y aportan claridad en temas como la concentración, la meditación, el silencio de la mente, los estados de absorción interior, la contemplación en la no dualidad, el samadhi, el proceso de purificación, el cuerpo sutil, kundalini, el mantra, el sonido interior o nada, asana, pranayama y otros aspectos del camino del yoga. Estos textos se consideran auténticas joyas y son una valiosa guía para nuestra práctica.

- ¿Qué Upanishad sería la más idónea para introducirnos en esta enseñanza?

- Tradicionalmente se empieza con el estudio de la ‘Katha Upanishad’, texto que narra el diálogo entre el joven Nachiketa y el gran maestro Yama. Encontramos en ella los siguientes versos de gran belleza:

“El Ser supremo, que se halla oculto en todos los seres, no brilla hacia el exterior; pero puede ser visto por los sabios por medios de sus intelectos concentrados y sutiles”.

“El sabio debe fundir su palabra en su mente, y su mente en su intelecto. Debería luego fundir su intelecto en la mente cósmica, y la mente cósmica en el Ser Supremo”.

“¡Levántate! ¡Despierta! ¡Acércate a los grandes (sabios) y aprende de ellos! El sendero es estrecho como el filo de una navaja, así lo dicen los sabios”.

Es importante recordar que tradicionalmente uno no estudia estos textos por su cuenta, ya que el buscador puede adquirir comprensiones incorrectas o incompletas. En el hinduismo se da gran importancia a escuchar la enseñanza del maestro, shravana. En esta escucha existe una transmisión de sapiencia y la bendición del maestro. Luego, cuando el aspirante continúa estudiando el texto después de haberlo oído, el texto para él, ha cobrado vida.


- ¿Cómo se desarrolla su narrativa?

- La enseñanza de las Upanishads suele expresarse como un diálogo entre un maestro y un discípulo. La estructura de sus textos es muy variable y muy libre en su expresión; a la vez es muy sencilla, pero metafísicamente muy elevada. Conocer en cierta medida las bases del hinduismo ayuda a comprender la profundidad de su enseñanza. Ciertas Upanishads presentan su sabiduría por medio de historias, diálogos entre sabios ascetas y reyes; narraciones de la creación del cosmos, entre otras. Existe una amplia libertad en su forma de expresión.

En la ‘Chandogya Upanishad’ hay una historia muy conocida: Shvetaketu había regresado a su casa después de doce años de estudio con un maestro. Su padre Uddhalaka, un hombre sabio, percibió en su hijo un cierto engreimiento y falta de humildad, debido al conocimiento adquirido y no asimilado adecuadamente. Para probarlo, Uddhalaka le preguntó: “¿Conoces Aquello que una vez conocido no queda nada por conocer?”. Shvetaketu, sorprendido, no supo qué responder. Y le dijo a su padre que sus maestros seguramente no lo sabían. Al cabo de unos días, con una actitud humilde, Shvetaketu pidió a Uddhalaka que le enseñara acerca de esto.

Uddhalaka le enseñó de forma sencilla y muy profunda. Le pidió que llevara un vaso de agua. Luego le pidió que echara sal en el agua y que la moviera hasta que se disolviera. Al rato le preguntó: “¿Puedes ver la sal en el agua?”. Shvetaketu respondió: “No, no puedo verla, se ha disuelto”. Y su padre y guru Uddhalaka le dijo: “De la misma manera en que la sal está presente en esta agua aunque no se vea, así el atman está presente en todo lo que existe”.


- Según la enseñanza de las Upanishads, ¿cómo podemos llevar a cabo la práctica diaria de meditación sin que se convierta en un acto mecánico?

- La meditación es el centro al cual llevan todas las prácticas espirituales. El hatha yoga, el kirtan, la concentración y el estudio, entre muchas prácticas más, son soportes para que la energía de los sentidos y la mente vayan hacia el interior.

El yogui toma conciencia de que los momentos de meditación son momentos muy sagrados. Para la práctica, prepara su cuerpo y lo siente limpio y puro, así como también su ropa. Se sienta en su asana o cojín de meditación, con actitud de entrega y humildad para permanecer en sí mismo. En este proceso, a veces puede ayudarnos escuchar algunos mantras, mirar la imagen de nuestro maestro o de algo que nos inspire, leer un texto sagrado o hacer pranayamas. “Agradezco al cosmos que me da la oportunidad de tener este momento conmigo mismo, honro mi propia y sagrada existencia y, habiendo generado una actitud abierta y sacralizada, dirijo mis sentidos y mi mente hacia el interior».

En la meditación intentamos entrar en el espacio en que simplemente “somos”. El espacio en el que no queremos lograr nada, sino que simplemente estamos sentados amorosa y tranquilamente en total presencia, observando el silencio anterior al pensamiento. La ayuda de las prácticas mencionadas anteriormente hará que nuestra meditación sea más fácil y profunda, y podamos acceder al espacio de no pensamiento. Cuando esto sucede, el gran silencio se manifiesta y el yogui reconoce la total plenitud en su corazón. Esto es el fruto de la práctica constante llevada a cabo durante largo tiempo con respeto y amor. En lenguaje yóguico, esta perseverancia se denomina abhyasa. Todo este proceso, está minuciosamente detallado en las Upanishads del Yoga.

La purificación del yogui lleva al despertar de su energía kundalini y esta, al reconocimiento de su esencia. ¿Podría explicar sobre el proceso de la meditación, kundalini y realización?
Cuando el practicante puede sostener una meditación profunda y tiene la gracia de su maestro, el despertar de la energía kundalini tiene lugar de forma natural. Este despertar conlleva una transformación interior profunda, ya que la naturaleza de kundalini shakti es purificarnos y llevarnos a la máxima expresión de la plenitud.

Kundalini nos conduce a la trascendencia de la limitación y al reconocimiento pleno de lo que Somos. Las Upanishads del Yoga tratan específicamente de esta purificación y transformación.


- Para finalizar, ¿podría compartir alguna cita de las Upanishads del Yoga?

- Una de las Upanishads del Yoga, la ‘Amritabindu Upanishad’, dice:

“La mente es la única causa de la esclavitud y de la liberación de los seres humanos. La mente apegada a los objetos de los sentidos conduce a la esclavitud. La mente que está libre del apego a los objetos, nos libera”.

“El estado supremo es cuando la mente se mantiene firmemente en el corazón, habiendo abandonado todos los apegos a los objetos de los sentidos. Allí, la mente alcanza su auténtica naturaleza, el Ser”.

“Controla la mente hasta que se funda en el corazón, esto es sabiduría, esto es meditación; el resto son palabrerías”.


- Fuente: entrevista realizada por la revista digital "Yoga en Red".

miércoles, 14 de julio de 2021

OBJETIVO DEL YOGA por Sri Madhukarnath (Sri M)

Sri M

Yoga es una palabra que ha estado en boga durante varios años. Creo que desde el momento en que Occidente se interesó por el Yoga, se ha convertido en una palabra muy popular. Bueno, el hecho es que, durante mil años o más, el Yoga se ha practicado en este país y los practicantes se han llamado yogis.

¿Cómo distingues a un yogui? ¿Un yogui usa ropa especial? ¿Es necesario que un yogui lleve un rosario alrededor del cuello? ¿Siempre hay un yogui con parafernalia especial como un Kamandalu o con sandalias de madera y cabello enmarañado? ¡Para nada!

De hecho, es muy difícil para ti distinguir a un yogui de un no yogui solo por la parafernalia externa y las apariencias. Sin embargo, hay un rasgo clave por el cual puedes distinguir a un yogui. Él o ella —Yogi o Yogini— es, en palabras del Bhagavad Gita, un Stitha Pragna.

¿Quién es un Stitha Pragna? Aquel que mantiene el equilibrio, el equilibrio mental, en todas las circunstancias. No se puede sorprender a un yogui, hacerlo enojar o perturbar la tranquilidad de su mente; ningún evento puede hacer eso. Ese tipo de tranquilidad equilibrada de la mente es el resultado de la práctica del Yoga.

A ese yogui se le llama Stitha Pragna. Aquel cuya conciencia se ha convertido en Stitha, lo que significa: firme, silencioso y tranquilo.

Te interesaría saber que el Bhagavad Gita, con sus 18 capítulos, se llama libro de Yoga. Cada capítulo se llama Yoga: Bhakti Yoga, Gnana Yoga, Karma Yoga, Sanyasa Yoga, y así sucesivamente. En la última parte de cada capítulo, el Gita establece la frase que es importante que conozcamos, Yoga Shastrey, que significa: es una técnica de Yoga que se está enseñando.

La práctica, como cualquier otra práctica, necesita una base, una filosofía o un plan de entrenamiento. Simplemente no comienzas a practicar algo sin saberlo. Uno, ¿por qué lo practicas? Dos, ¿cómo practicarlo? Y, tres, ¿cuál es el objetivo de practicarlo, qué esperas lograr con su práctica? Para esto, uno tiene que mirar las escrituras más autorizadas y antiguas sobre Yoga: los Yoga Sutras de Patanjali.

¿Cómo define Patanjali el Yoga? No importa lo que digan los demás, esa debería ser una definición universal de Yoga. La primera oración del Yoga Sutra de Patanjali es "Yogas-Chitta-Vritti-Nirodha", que significa: Yoga es la detención del movimiento o las perturbaciones o vibraciones de la materia mental. El yoga es la práctica mediante la cual la mente, que se mueve constantemente hacia arriba y hacia abajo, hacia adentro y hacia afuera, de un lado y de otro, se estabiliza; se vuelve tranquilo, inmóvil y concentrado. Este es el objetivo básico del Yoga, y los resultados del Yoga avanzado comienzan desde este punto. Este no es el punto final del Yoga, sino el punto de partida, lo que significa que sin este tipo de pista o pista de aterrizaje para el practicante, no hay despegue hacia los reinos superiores de la conciencia. Entonces, es esencial. Es aprender a controlar y detener el movimiento de los procesos de pensamiento perturbadores, de modo que la mente se vuelva como un cuerpo de agua sin ondas, en el que se refleja el rostro de lo divino. Esto es Yoga.

Patanjali llama a su tipo de Yoga, que por supuesto es el Yoga más autorizado, antiguo y legítimo, Ashtanga Yoga, que significa Yoga de los ocho miembros. Ashta significa ocho y Anga significa extremidades o ramas.

Él establece estas ramas comenzando con Yama y Niyama y terminando con Samadhi, que es el estado alterado de conciencia, donde el ser humano común se convierte en un ser sobrehumano, un Yogi o un Siddha Purusha. Yama, Niyama, Asana, Pranayama, Pratyahara, Dharana, Dhyana y Samadhi. Entonces comienza con reglas y regulaciones: Yama, Niyama.

No se puede iniciar la práctica del Yoga sin seguir al menos unos sencillos procedimientos. Una de las cosas más importantes es la moderación. No solo moderación en la comida y el entretenimiento, sino también moderación en todo: el camino intermedio.

Krishna dice en el Gita: "Este yoga que enseño, no es para quien come demasiado o para quien come muy poco". Así que estas son las palabras clave: comer demasiado o muy poco, Mitahara Vikarasaya, que significa: comer alimentos ligeros, alimentos controlados y también indulgencia controlada en todas las actividades de la vida.

Por lo tanto, lo que están tratando de decir es: simplificar la vida, comer alimentos simples, no alimentos que produzcan grasa. Si come alimentos que producen grasa, también produce colesterol y conoce el resultado de eso. Coma demasiado e invariablemente se quedará dormido, al igual que comer muy poco, ni siquiera puede pensar. Entonces tienes que encontrar un equilibrio entre los dos.

Yama, Niyamas también incluye la práctica de la amistad con todos los seres vivos. La práctica de no causar daño a otros seres vivos. La práctica de no tener demasiadas cosas que hacer al mismo tiempo. Haz una cosa a la vez. Todas estas son formas poco ortodoxas de describir a Yama, Niyamas. Pero lo hago porque es aplicable hoy, al ser humano moderno. Y luego, por supuesto, dedicar más tiempo de lo normal a explorar la mente. Si sigues estas reglas básicas, estás practicando Yamas y Niyamas.

Luego el paso siguiente es Asana. Asanas o posturas, descritas en los libros de Yoga, como el Hatha Yoga Pradipika, Goraksha Shataka, etc., que provocan el bienestar físico y mental.

Una persona que practica estas Asanas con regularidad, normalmente de forma automática, come poco. No necesita demasiado y es muy ligero. No es una carga con toneladas de grasa en partes de su cuerpo; puede caminar largas distancias. Su voz se vuelve clara y dado que su cuerpo está sano, también puede sentarse durante mucho tiempo y meditar, porque su mente no se distrae con la condición malsana de su cuerpo.

Las Asanas se basan en el principio de que no se puede relajar el cuerpo sin tensarlo, lo que significa que, por ejemplo, si tiene que relajar los músculos del muslo, la mejor manera es primero tensar los músculos, mantenerlo apretado durante un tiempo. mientras antes de soltarse, verás cómo se relajan.

Entonces, todas las Asanas se basan en primero tensar los músculos, y las fibras musculares del cuerpo, incluso en la médula espinal y luego relajarlas, soltarlas, para que estén completamente relajadas. Cuando practicas Asanas, se presta mucha atención a tu columna. Se dobla hacia atrás o hacia adelante en la mayoría de las Asanas. Ese tipo de masajes en la columna y mantiene los nervios de la columna, sin ningún bloqueo causado por una postura antinatural o incorrecta.

Las asanas también están destinadas a masajear algunas de sus glándulas sin conductos. Por ejemplo, un practicante de Matsya-asana, si lo ha estado haciendo durante bastante tiempo, tiene muy pocas posibilidades de enojarse repentinamente. Porque la ira es generalmente el bombeo de adrenalina al torrente sanguíneo y Matsya-asana masajea esa parte de la glándula sin conductos y evita que trabaje horas extras.

También hay algunas Asanas en las que se pone de cabeza, por ejemplo, Shirshasana, la posición de cabeza, que mejora la circulación de la sangre en el cerebro.

De hecho, tales Asanas, todas las Asanas, solo deben realizarse bajo la guía de un maestro adecuado. Y poco a poco, adquiera la capacidad de hacerlas y no intente hacerlas todas a la vez. Es bueno atarte en nudos, pero el maestro al menos debería estar allí para desatarte.

Una vez que ha comenzado a practicar las Asanas, en general, la salud de su cuerpo mejora. Y gracias al masaje de ciertas glándulas, la mente también se vuelve sana y tranquila.

En lo que respecta a la meditación, que es el objetivo principal del Yoga, lograr un estado mental tranquilo, la Asana más importante es la postura en la que te sientas cuando meditas.

Patanjali simplemente ha dicho, Sthiram Sukham Asanam. Cualquier postura en la que pueda sentarse durante un largo período de tiempo, con total comodidad, sin ninguna molestia, se considera su Asana específica. Padmasana, que es la postura del loto, la postura de Buda, Siddhasana, Sukhasana, Vajrasana, se consideran las posturas habituales que se utilizan para la meditación. Sin embargo, si le resulta difícil sentarse en cualquiera de estas posturas, también puede sentarse en una silla, no importa. Siempre que no esté distraído y no sienta dolor ni malestar, está bien. Pero mantenga la columna erguida y el cuerpo recto. No apretado ni tenso, sino relajado y recto. Esa sería tu postura para meditar.

Ahora viene Pranayama. Prana significa energías vitales. Y Yama significa las reglas y regulaciones que gobiernan el Prana; que gobierna la circulación de las energías vitales en su cuerpo físico, en su sistema y también a través de sus canales psíquicos.

El yoga pone mucho énfasis en el Pranayama, lo que significa, la práctica de ciertas técnicas de respiración que están conectadas a las energías de tu vida, y al controlar la frecuencia o el ritmo de tu respiración, puedes controlar el movimiento de las energías de la vida o Prana en su sistema. A esto se le llama Pranayama.

Toda la ciencia de la meditación de la que han oído hablar, que nos ha llegado desde la antigüedad, ha sido la experiencia de los rishis que son yoguis. Han experimentado sobre sí mismos y han encontrado los resultados y luego nos han proporcionado las técnicas. Entonces, ¿cómo el control de la respiración ayuda a calmar la mente? Si ese es el objetivo.

Los grandes Rishis, los yoguis, descubrieron que el estado de la mente influye muy a menudo en el ritmo de la respiración, la inhalación y la exhalación. Por ejemplo, si uno está en un estado mental tranquilo: sentado debajo de un árbol, en un hermoso parque, mirando el mar o un río, o sentado en su sillón favorito, leyendo una novela o incluso cerrando los ojos y escuchando con música hermosa; por lo general, si observa su patrón de respiración en esos momentos, verá que el patrón de su respiración es muy lento, silencioso y sin distracciones.

Cuando esté agitado, enojado, emocionado, tenso o se haya esforzado demasiado, simplemente observe el patrón de su respiración y encontrará que el patrón de su respiración también es agitado, irregular, duro, rápido, etc.

Entonces los yoguis dicen: si el estado mental se refleja o se conecta de alguna manera con el ritmo o patrón de la respiración, ¿es posible que uno pueda controlar el ritmo o patrón de la respiración para provocar un cambio en el estado de ánimo de uno? Así que lo intentaron y lo consiguieron.

Descubrieron que si el patrón de respiración, inhalación y exhalación puede volverse tranquilo, silencioso, profundo y lento, el proceso de pensamiento en su mente también se vuelve silencioso, lento, constante y tranquilo.

Cuando la mente se tranquiliza, es capaz de profundizar en los recovecos internos de la conciencia y alcanzar estados alterados de conciencia superior, que de otro modo serían imposibles de alcanzar.

Por lo tanto, elaboraron varias fórmulas y formas de alterar el estado de la mente al practicar ciertos patrones rítmicos de respiración, que también incluyen hiperventilación (respiración rápida) y detener repentinamente la respiración.

Un estado mental tranquilo, el medio para reducir el número de pensamientos al mínimo, produce tranquilidad. La mayoría de nuestras distracciones se deben a demasiados pensamientos corriendo de un lado a otro, de un lado a otro, de un lado a otro.

Una de las formas de lograr esa tranquilidad es ni siquiera intentar controlar su respiración, sino observar mentalmente su respiración en silencio. Esto es lo que se usa en la famosa práctica budista llamada Vipassana, que significa vigilancia u observación.

¿Cómo haces eso? Muy simple: siéntese en un lugar tranquilo, deje que haya aire fresco si es posible. Digo, si es posible, porque vivimos en una época en la que el aire fresco parece escasear.

Use ropa limpia y holgada, para que no haya restricciones corporales en ninguna parte de su cuerpo. Siéntese derecho, en cualquier Asana o en una postura que mantenga estable la columna. Luego cierra los ojos. Dirija su atención al patrón de su respiración. Mientras respira, dirija su atención a su inhalación y exhalación, después de un tiempo, automáticamente, notará que su respiración se ha ralentizado.

Por lo general, antes de que esto suceda, involuntariamente das un profundo suspiro y luego todo se establece, en paz y calma. Ese es el momento en que puede observar su cuerpo mentalmente desde la punta de los dedos de los pies hasta la parte superior de la cabeza, prestando atención a cada parte, poco a poco, mientras también presta atención a su inhalación y exhalación. Practíquelo y descubrirá por sí mismo que muy pronto, ha llegado a un estado mental tranquilo, pacífico y, muy a menudo, dichoso. Esto es Pranayama. Bueno, diría yo, una de las formas de hacer Pranayama.

Después de Pranayama viene Pratyahara. Eso es desarrollar la técnica de encender y apagar sus pensamientos en un momento dado. Es decir, poder fijar tu atención en algo cuando lo requieras y retirarlo cuando sea necesario.

Esto viene a través de la práctica constante de Pranayama, que les acabo de describir. Con la práctica constante de Pranayama, uno obtiene la capacidad de Pratyahara. Apague y encienda. ¿Que más necesitamos? Cuando estás trabajando, enciendes. Cuando no queremos, apagamos. Por lo general, no podemos porque estamos obsesionados con aquello en lo que se concentra nuestra mente. Pratyahara es la forma de liberarse de las obsesiones. Y pronto, incluso en la vida, te liberas de las obsesiones.

Luego viene Dharana. Dharana significa la capacidad de fijar su atención en un objeto, un sonido, una idea, un ideal, una forma o una luz. Cualquier cosa con exclusión de todas las demás cosas, lo que significa que si su mente ha prestado completa atención a un sonido, por ejemplo, solo debe escuchar ese sonido y no dejar que nada externo la distraiga. Esto se llama Dharana.

Esto también se adquiere mediante la práctica de Pranayama. Después de la práctica de Pranayama, cuando madura en Pratyahara, uno es capaz de hacer Dharana: fijar la atención exclusivamente en lo que quiere.

Esta atención centrada en un solo punto es el comienzo de la meditación. Donde no hay distracción de la mente, y se vuelve natural e indoloro, fijar la atención en algo externo o interno. Cuando estás funcionando en el mundo físico, ayuda a fijar tu atención en algo externo. Cuando estés meditando, fija tu atención en ti mismo. Ya sea en tu respiración, luz o un sonido que se escucha internamente.

En realidad, cuando la mente se aquieta, comienzas a escuchar algunos sonidos internos. Como el chirrido del grillo, el repique de una campana o, a veces, como las olas rompiendo en la orilla distante. Una vez que escuche eso, mantenga su atención fija en ello. Y mientras permaneces en él durante mucho tiempo, el Dharana se convierte en Dhyana. La palabra adecuada para meditación: Dhyana.

Cuando Dhyana continúa sin obstrucciones durante mucho tiempo, en esa tranquilidad absoluta, de repente te encuentras cara a cara con tu verdadera esencia, que es conciencia pura, pura y simple. Es por eso que su propia naturaleza es dichosa. Los yoguis y los vedantinos lo llamaron Sachidananda. Es la verdad, es la naturaleza de la conciencia y es bienaventurada: Ananda. Este es el objetivo de la práctica del Yoga.

Cuando digo objetivo, significa que es el comienzo de la etapa del practicante de Yoga, donde comienza a ascender a niveles cada vez más altos de conciencia. Ese es el punto de partida, donde la mente se ha vuelto tranquila y calmada y está disfrutando de la dicha de esa tranquilidad interior, independientemente de cualquier estímulo externo.

Cuando el Yogi ha alcanzado eso, se supone que ha alcanzado la práctica del Yoga.

Esto no tiene por qué desanimarnos, porque es posible que los seres humanos lo hagan con un poco o más de esfuerzo, dependiendo de la situación, antecedentes y otras condiciones que se presenten en ese momento.

Una vez que la mente logra tal tranquilidad en un solo punto, es posible fijar su atención en cualquier cosa que desee, con exclusión de todo lo demás. Y alcanza lo que habías empezado a conseguir.

Esta capacidad del yogui para lograr el fin con éxito se conoce como Siddhi. Una persona así desarrolla capacidades extraordinarias y de un hombre, se convierte en un superhombre.

Con tan extraordinarios poderes de concentración, la capacidad de permanecer tranquilo en medio de múltiples circunstancias, una persona comienza el viaje hacia una conciencia superior, internamente. E incluso el éxito en su vida exterior o en la vida material mundana, si así lo desea.

El hecho es que el yogui que ha alcanzado este estado está más allá de todo lo que el mundo mundano puede ofrecer porque ha dado con la fuente misma de la felicidad y es independiente de cualquier otra cosa. Se supone que tal yogui, de acuerdo con la filosofía del Yoga, ha alcanzado Kaivalya, o la liberación del dolor o la liberación de la dependencia. Él o ella es la única persona que puede llamarse un ser humano independiente.

Este es el objetivo de la práctica del Yoga. ¡Yogas-Chitta-Vritti-Nirodha!