martes, 16 de agosto de 2016

EL YOGA INTERIOR - Sri Anirvan

EL YOGA DE LOS OCHO MIEMBROS

Las prácticas exteriores

Los miembros o extremidades del Yoga pueden dividirse en dos secciones. Yama, niyama, asana, pranayama y pratyahara constituyen las cinco disciplinas o prácticas exteriores (sadhanas); dharana, dhyana y samadhi son las interiores. Con las prácticas exteriores la mente gradualmente se dirige hacia adentro. Sosiego, claridad e interiorización de la mente, estas tres cualidades están muy relacionadas entre sí.

En las profundidades de mi ser, la sustancia sutil de la mente aparece bajo la forma de pequeños puntos o rayos de luz eléctrica. Es esta luz, irradiando hacia afuera, la crea mi mundo, mi mundo externo así como el interno. Pero en estos dos mundos tienen lugar constantemente movimientos perturbadores de varias clases , ya que, como se lee en las Upanishads: "El alma del hombre tiende la mirada hacia afuera y no al Sí interior". Al observar un objeto ve solamente su aspecto externo, pero falla en develar el Sí que está en el interior. Tornar la mirada hacia adentro, esa es la práctica del Yoga.

Antes que nada es necesario poner orden en las cosas que están fuera de nosotros, ya que solo cuando la mente esté libre hasta cierto punto de perturbaciones exteriores puede ir hacia adentro. Pero no debemos depender de los demás para ordenar nuestras circunstancias externas. En lugar de tratar de cambiar las acciones de los otros, tal vez deberíamos intentar modificar nuestras propias reacciones hacia ellos. En todas las transacciones y relaciones con el mundo debemos esforzarnos en mantener la mente ecuánime. La disciplina para alcanzar ese equilibrio se denomina yama. Como resultado de ella, mis relaciones con la vida externa se vuelven armoniosas, desde un punto de vista interior. Entonces -para decirlo en el lenguaje del Yoga- la luz que irradia mi mente hacia el mundo exterior se torna serena, clara y alegre.

¿Y qué es niyama? Es la disciplina que se ocupa de hacer que esta luz en mi interior sea clara, serena y alegre. De sus aspectos, los tres más importantes son la austeridad, el estudio de las escrituras, y la devoción a Dios. En efecto, se dice que solamente con estas tres cosas, hasta la gente común puede llegar a la meta más alta del Yoga, el estado de samadhi.

Una vez que se dominan yama y niyama, la mente se inunda de alegría y buena voluntad hacia los otros. Ya no aparecen falsos motivos o intenciones, ni pensamiento alguno de beneficio personal de los frutos del Yoga. El corazón está colmado de un poder e inspiración excepcionales. Uno percibe claramente la tarea que divinidad interior le ha encomendado. La energía del cuerpo y de los sentidos se torna clara e irreprimible. El objeto predilecto de la contemplación (ishta) se siente en el centro del corazón. Una maravillosa concentración se instaura en todas nuestras actividades. Cuando estos signos comienzan a manifestarse se puede estar seguro de que uno tiene capacidad para el Yoga, porque la propia vida interior y exterior se habrán vuelto claras y puras. 

En este punto la atención de la mente debe interiorizarse con mayor profundidad, y con esa finalidad deben encararse las disciplinas del cuerpo, de la fuerza vital y de la mente. Para dar claridad y quietud al cuerpo físico, el siguiente paso es la práctica de las asanas, posturas establecidas. Relajación y expansión son sus dos auxiliares. Y si las asanas se acompañan de algunas trabas (bandhas) y gestos (mudras) se obtendrán resultados más rápidos -se recomienda especialmente el Jalandhara Bandha y el Yoni Mudra. Conviene recordar que, como aconseja el Gita, la cabeza, el cuello y tronco deben mantenerse en una línea recta durante la postura sedente.

Al dominar las asanas, la quietud, la estabilidad y una sensación de claridad y bienestar se desarrollan en el cuerpo, colmándolo. Uno siente al Amado en todo momento, actuando en el corazón. También siente claramente el fluir paralelo de Agni y Soma -el Fuego en el corazón, elevándose, y el Néctar que desciende de lo alto. Como resultado, la respiración se vuelve lenta, rítmica y profunda. Uno siente como si con cada aliento estuviera inhalando un Elixir de Vida, como si cada célula del cuerpo se fuera impregnando con el néctar de la inmortalidad.

A continuación, uno debe dirigir la atención directamente a la respiración y hacerse consciente del aliento; me doy cuenta de cada uno de sus ciclos. Una ayuda para mantener esta atención es combinar el respirar con la práctica de japa, la repetición continua de un mantra. Y para realizar japa con éxito es necesario controlar el propio hablar. Nunca pronuncies una sola palabra innecesaria si puedes evitarlo; si hay que decir algo, dilo en pocas palabras, sucintas y bien elegidas. Menciono esto porque el control de la palabra tiene una gran influencia sobre la práctica de pranayama, el control (yama) del aliento y la energía vital (prana). Si la respiración y el japa se pueden combinar en ritmo y armonía -si, como reza el aforismo Baul, uno puede "subir la barca del viento/mente"- entonces el pranayama se facilita.

En este caso Pranayama no significa más que hacer una breve pausa después de cada inhalación y exhalación. Gracias a yama y niyama la mente ha sido aliviada de sus perturbaciones, y con asana el cuerpo ha desarrollado una sentimiento de estabilidad, claridad y bienestar; entonces, esa pausa en la respiración se da sin esfuerzo y con profundidad. Uno siente como si estuviera viviendo en otro plano de existencia, en reino en donde todo flota, claro y brillante. Este ámbito interior parece estar lleno de una luz invisible, como el tubo de una lámpara de neón está repleto de gas ardiente. Éste es precisamente el resultado del pranayama. No me referiré a los numerosos métodos de pranayama, ya que no vienen al caso y en ocasiones, hasta pueden resultar dañinos. A través de la pra´ctica de este pranayama simple y natural un profundo sentido del vacío envuelve al ser. En este punto, a veces ocurre automáticamente que la respiración se detiene, aunque esto no sea lo más importante.

Con asana y pranayama la conciencia del cuerpo (deha-bodha) se vuelve clara y pura; la mente empieza entonces a complacerse en su interioridad, y ya no necesita andar correteando por afuera en busca de placer. En este punto se vuelve más fácil la práctica de pratyahara -el retirar la mente y los sentidos de las cosas externas. La clave del pratyahara es ésta: "Mora, oh mente, sólo en ti misma". El pensamiento, atraído por los objetos, se escapa todo el tiempo hacia afuera. Entonces nos perdemos, nos arrastra la corriente de la actividad y nos sumergimos por completo en ella. Y sin embargo es posible, aún en el torbellino de eventos, mantener la conciencia de sí, separarnos de las cosas exteriores y mantener un aplomo interior. Estas son las características de pratyahara.

Pero no podemos desarrollar una capacidad para ello a menos de contar con cierta práctica de desapego (vairagya). La mente debería mantenerse siempre desapegada; nada debería sujetarla. La mente debe volverse como la de un niño: abierta, vacía y a la vez alerta. Ese es el carácter de una mente interiorizada, la mente en la que se ha establecido pratyahara.

Viajando en tren contemplo a través de la ventanilla los paisajes que van pasando; disfruto de ellos, y sin embargo no me siento apegado. A cada momento los voy dejando atrás. En las profundidades de mi mente se que estoy yendo a Vrindavana y que todo lo que veo no es más que un paisaje en la ruta. Esto es pratyahara: poseer a cada instante de la vida esa sensación de independencia del mundo y de sus actividades. Como resultado, los sentidos se mantienen bajo control.

Ésta es, brevemente, una descripción de los miembros exteriores del Yoga. Cuando han sido ejercitados se establece un control sobre la vida exterior e interior, y sobre el centro del propio mundo interno -la mente, vida y cuerpo tal como les dio forma la naturaleza. Todavía permanecen, pero ya no perturban ni causan oscurecimiento, como antes. Hay que destacar, sin embargo, que el permanecer impávido e imperturbable no son los únicos signos del yogui; además debe existir una conciencia del Sí. Por consiguiente, como se indica en el Samkhya, después de purificar el cuerpo, refrenar los sentidos y aquietar la mente es necesario purificar el ego. Los sadhus y sannyasins lo hacen con la ayuda de la Gran Oración (mahavakya). Realizan japa incesantemente, repitiendo fórmulas tales como Shivoham (Yo soy Shiva), Ayam atma Brahma (Este Sí mismo es Brahma), y Tat twam asi (Tú eres eso). El bhakta, amante de Dios, repite continuamente "Yo soy Tuyo, Yo soy Tuyo". Esta práctica de japa forma parte del kriyayoga, con sus procesos purificadores de svadhyaya, el estudio de las escrituras, y la devoción a Dios, Ishvara-pranidhana.

Cuando uno posee un sentido permanente de claridad y pureza interiores, y además una sensación de unión con la vastedad que nos rodea, las mezquindades del ego se deshojan y el ser se vuelve transparente. Es como una mujer que se despierta de repente bajo la mano de su amante: su ser se colma de una dulce conciencia de sí. Interior y exteriormente se afina, por así decir, como instrumento para una nueva melodía; su mente, su vida y su cuerpo se aclaran, se tornan puros y fragantes. A esa experiencia puede compararse lo que se obtiene a través de la práctica de los miembros exteriores del Yoga.

A decir verdad, no es necesario que pongamos demasiado énfasis en los aspectos técnicos del Yoga. En nuestro propio interior, movimientos de naturaleza yógica se suceden con regularidad de manera bastante natural; me gustaría poner una atención particular en ellos. No hay Yoga más alto que ser perfectamente natural.

 Sri Anirvan

Las prácticas interiores

Acabó la introducción; ahora nos referiremos al Yoga interior. Para empezar quisiéramos disponer los miembros de una manera esquemática para comprenderlos, si bien en realidad todos están íntimamente relacionados el uno con el otro, y en ocasiones aún se intercambian o invierten en el orden que imaginamos para ellos. La meta real del Yoga es que el Observador, el Vidente (drashta) en nosotros descubra su verdadera naturaleza (svarupa). Si tenemos esto presente se harán más claras las relaciones entre las distintas partes.

El primer miembro del Yoga interior es dharana, fijar la mente por un tiempo en un solo pensamiento, sentimiento, objeto o lugar. El autor del sutra dice: "Cuando la mente puede fijarse en un sitio, eso es dharana". Quisiera señalar desde el principio que la idea principal detrás de dharana es crear un estado de alertidad clara y pura en la conciencia del cuerpo (deha-bodha). De esta manera, dharana constituye la base de las prácticas del Hatha yogui. En efecto, no hay Yoga posible si una cierta disciplina del instrumento físico. Hemos ido disciplinando el cuerpo a través de asana, pranayama y pratyahara. Por medio de asana la conciencia del cuerpo se ha vuelto estable y serena -como decía Sri Ramakrishna: "Uno se vuelve como el monte Sumeru, inmóvil y firme". Este sentimiento no debería abandonarnos nunca. Sea que caminemos, estemos sentados o acostados, o realizando cualquier acción, habrá una estabilidad física, un equilibrio inalterable en todas las extremidades. Con pranayama han surgido en la conciencia del cuerpo la levedad, la transparencia y la aireación. Y con pratyahara, esta conciencia corporal se ha tornado luminosa y brillante. Estas cualidades -estabilidad, liviandad y luminosidad- ha de reunirse ahora y concentrarse en un sitio. Eso es dharana.

¿Y dónde habremos de practicar eso? Al principio, en el interior de nuestros tres codos y medio, el espacio de nuestro propio cuerpo. Nuestro mundo se centra alrededor del cuerpo, así que trataremos de hacernos conscientes de ese centro. A través del Yoga exterior hemos adquirido ya una sensación física de luminosidad; ahora debemos llegar a su centro sumergiéndonos en el cuerpo. Este es un tipo de dharana, el que se realiza en el cuerpo.

Hay una profunda conexión entre dharana y la práctica de asana. En asana hay tres niveles de maestría: calma estabilidad, un sentimiento gozoso de bienestar, y un sentido de infinita expansión; los tres son sensaciones corporales. Cuando nos sentamos a trabajar en algún sitio tenemos que verificar cada tanto si la conciencia del cuerpo está impregnada de estas tres sensaciones/sentimientos. En verdad, nos ayudan a realizar la purificación de tres de los cinco elementos (bhutas), los estados elementales de la energía material. Dicen las Upanishads: "Las cualidades físicas y naturales de los elementos son reemplazadas gradualmente por las cualidades yógicas super-naturales que empiezan a manifestarse en ellos".

La cualidad del elemento Tierra es la solidez; su correspondiente cualidad yógica es la calma, de bienestar permanente. La cualidad del elemento Agua es la fluidez, y su cualidad yógica es la relajación, como si por encima de aquel sentimiento estable de bienestar fluyera una oleaje de gracia y elegancia; el cuerpo se siente entonces como el de un niño pequeño que rebosa de alegría.

La cualidad del elemento Aire es su capacidad para llenarlo todo, su movimiento; su contraparte yógica es la expansión infinita, que evoca el sentimiento de que el cuerpo no es sólido -es como si no hubiera separación entre el afuera y el adentro, la totalidad del cuerpo parece expandirse como un gas en todas direcciones.

Cuando se agrega a estos tres sentimientos aquel que se desarrolla gracias a pranayama, la cualidad yógica del elemento Fuego comienza a manifestarse en el interior. La radiación de luz y calor es su característica, y brinda al instrumento humano - al "recipiente" (adhara) de mente, vida y cuerpo- un maravilloso sentimiento de radiante calidez y claridad. El talento mental especial, el genio, es una de las cualidades del pranayama. Regula tu aliento y harás florecer la inteligencia.

Podemos resumir lo dicho hasta aquí. A través de asana y pranayama hemos llegado a adquirir un sentimiento de expansión que todo lo abarca, y una conciencia del cuerpo serena y clara. Así como el sol resplandece en lo alto -"inundando la tierra, el cielo y el empíreo", como dice un sabio védico- así brilla nuestro ser transubstanciado, colmando el universo de vida y de luz. Nos impregna una sensación de completa armonía entre nuestra naturaleza interior y la naturaleza externa que nos rodea.

Ahora es preciso, con la ayuda de pratyahara, traer a nosotros la totalidad del mundo espiritual centrado alrededor de nuestro cuerpo. Este es el propósito primordial del dharana interior, la fijación de la mente en el centro del cuerpo.

Así como la tierra tiene su eje el cuerpo yógico tiene un eje, la espina dorsal. El eje de la tierra siempre apunta hacia la estrella Polar; de igual modo, el eje de nuestro cuerpo siempre está orientado hacia un Sol que arde en el Gran Vacío (mahashunya). Este sol interior y el exterior son, en realidad, dos formas de la misma actualidad espiritual. Comparten su eje cuando el sol exterior alcanza su cenit a mediodía y cae directamente sobre la coronilla, especialmente durante uttarayana, la fase norteña del ciclo solar anual. En los Vedas se hace referencia a la grandeza de este momento del mediodía, en el cual es especialmente ventajoso extraer la energía solar de la naturaleza.

También existe un Sol inmóvil y permanente en el corazón del universo, que está por encima y más allá del sol físico exterior. Este Sol supremo ha sido llamado Ishvara, el Señor, Hiranyagarbha, el Embrión de Oro y otros diversos nombres. Un rayo de este Sol nos penetra, a través de la apertura (brahmarandhra) de la coronilla, y baja por el canal de la médula espinal (sushumna). En los Vedas se llama a este rayo sushumna suryarashmi -el rayo solar de la espina dorsal- y constituye el soporte, el pilar del dharana interior.

¿Cómo se realiza entonces dharana, ese estacionarse de la  mente en un centro? La respuesta es: a través de bhavana, el poder de conceptualización mental en el cual la mente mora en una idea o imagen para impregnarse en su verdad o esencia.

Cabe señalar que existe una conexión entre dharana y pranayama, porque uno de los resultados de pranayama -capacidad mental- es también el fruto de dharana. Como dice Patanjali: "Al fijar la mente se desarrolla la capacidad mental".

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