miércoles, 31 de octubre de 2012

MAESTRÍA EN YOGASANA - part VI: "Cómodo en la incomodidad"

Muchas personas fijan su atención en pasado o en el futuro para evitar experimentar el presente, la mayoría de las veces porque ese presente es doloroso o difícil de soportar. En la clase de Yoga muchos estudiantes creen que sólo tienen que "apretar los dientes y aguantarse" hasta que el profesor les diga que vuelvan del asana. Esto es considerar al Yoga como una pura gimnasia y por ello es una actitud equivocada. El dolor está ahí para enseñarles algo, porque la vida está repleta de dolor. Sólo en la lucha hay conocimiento. Sólo cuando hay dolor verás la luz. El dolor es tu guru. Igual que experimentamos felizmente los placeres, también debemos aprender a no perder nuestra felicidad cuando llega el dolor. De igual manera que vemos el bien en el placer, debemos aprender a ver el bien en el dolor; aprender a estar cómodos incluso en la incomodidad. No debemos salir huyendo del dolor, sino atravesarlo e ir más allá. Eso es cultivar tenacidad y perseverancia, una actitud espiritual respecto al Yoga. Ésa es también la actitud espiritual hacia la vida.

Igual que los códigos éticos del Yoga purifican nuestras acciones en el mundo, asana y pranayama purifican nuestro mundo interior. Utilizamos esas prácticas para aprender a soportar y superar los dolores y aflicciones inevitables de la vida. Las prácticas yóguicas nos enseñan hasta que punto puede nuestro cuerpo soportar el dolor y cuanta aflicción puede tolerar la mente. Como el dolor es inevitable, asana es un laboratorio en el que descubrimos cómo tolerar el dolor inevitable y cómo transformar el dolor que puede ser transformado. Las asanas nos ayudan a desarrollar tolerancia en el cuerpo y la mente para así poder soportar el estrés y la tensión con más facilidad. En otras palabras, el esfuerzo y sus dolores inevitables forman parte esencial de lo que las asanas nos enseñan. Por ejemplo, los estiramientos hacia atrás nos permiten ver el valor y la tenacidad de las personas. Las asanas de equilibrio sobre los brazos enseñan y cultivan la tolerancia. Si puedes adaptarte y equilibrarte en un mundo que está siempre en movimiento y es inestable, sabrás cómo tolerar el cambio y la diferencia permanente.

Se necesita resistencia para permanecer en un asana. Para dominar un asana se necesita paciencia y disciplina. Ya hemos visto que hay que reposar en el posar; hay que crear relajación al igual que la cantidad justa de tensión. Esta relajación puede empezar soltando el estrés acumulado en las sienes y en las células del cerebro. Eso desestresa la carga del cerebro, soltando los ojos y las sienes, lo que a su vez descarga el estrés de los nervios y de las fibras musculares. Así es cómo podéis convertir un dolor insoportable en otro soportable, que os permitirá contar con el tiempo y el espacio en los que finalmente acabaréis dominando el asana y erradicando el dolor. 

Para alcanzar la libertad hay soportar el dolor. Esto también vale para la vida. La práctica no trata sólo de sensaciones agradables; trata de percepción consciente, y ésta nos lleva a darnos cuenta y a entender tanto el placer cómo el dolor.

 mulabandhasana

Al principio el dolor puede ser muy intenso porque el cuerpo se nos resiste. Al abandonarnos aél ablandamos el cuerpo, y poco a poco va disminuyendo. Pero si cuando somos ya más diestros resulta que el dolor agudo regresa en un momento en que no debería hacer acto de presencia, lo más prudente es dejar el asana durante un rato y pensar en qué ha ido mal. El dolor sólo aparece cuando el cuerpo no entiende cómo hacer el asana, que es lo que sucede al principio. En cambio, en la postura correcta no hay manifestación dolorosa.

La inteligencia debe tener intimidad con el cuerpo. Debe hallarse en estrecho contacto con él y conocerlo bien. Cuando no existe intimidad entre la mente y el cuerpo aparece la dualidad, hay separación y no integración. Cuando experimentas dolor entras en estrecho contacto con la parte que resulta dolorosa, para así poder ajustarla y disminuir el dolor y sentir ligereza. El otro lado de la ecuación del dolor es comprender que el dolor hace que concentremos nuestra atención en la zona afectada. Si soltamos la tensión del cerebro, la atención muestra el camino para disminuir y luego erradicar la fuente del dolor. De ese modo, el dolor puede ser un gran maestro que nos educa cómo vivir con él finalmente decirle adiós.

No se trata de que el Yoga sea el causante de todo ese dolor; el dolor ya estaba ahí, oculto. Hemos vivido con él o aprendido a no ser conscientes de su existencia. Es como si el cuerpo estuviese en coma. Cuando empiezas con el Yoga, los dolores no reconocidos emergen a la superficie. Cuando somos capaces de utilizar nuestra inteligencia para purificar nuestro cuerpos, entonces los dolores ocultos se dispersan. Mientras exista rigidez corporal y mental, no habrá paz. Los errores internos, como forzar, actuar sin observar, tensar la garganta y bloquear los oídos, crean hábito, y ese hábito da paso a la falta de percepción consciente, a comprensión, pesadez, tirantez, desequilibrio y dolor. Por ejemplo, cuando los músculos atrofiados vuelven a la vida aparecen los dolores del renacimiento.

Cuando hay dolor es que debe existir una razón para ello. El objetivo no es mantener un asana dolorosa a toda costa o tratar de dominarla antes de tiempo. El objetivo es realizar el asana con la mayor intensidad de inteligencia y amor posibles. Para logralo es necesario aprender la diferencia entre dolor "apropiado" y dolor "equivocado". 
El dolor apropiado no sólo es constructivo sino también estimulante e implica un reto, mientras que el dolor equivocado es destructivo y provoca un sufrimiento agudísimo. El dolor apropiado es para nuestro crecimiento y nuestra transformación física y espiritual. El dolor adecuado suele notarse como  una sensación de alargamiento y reforzamiento graduales y debe diferenciarse del dolor equivocado, que a menudo es una sensación aleccionadora súbita y aguda mediante la que el cuerpo nos dice que hemos ido más allá de nuestras capacidades presentes.

El desafío del Yoga es ir más allá de nuestros límites, dentro de lo razonable. Aplicamos continuamente el marco mental utilizando el lienzo del cuerpo. Es como si estirásemos un lienzo y creácemos una superficie mayor para pintar. Pero debemos respetar la forma presente de nuestro cuerpo. Si estiramos demasiado o demasiado rápido rasgaremos el lienzo. Si la práctica de hoy perjudica a la de mañana, entonces no es una práctica correcta. 

Muchos profesores de Yoga piden que ejecuten las asanas con facilidad, comodidad y sin ningún estrés ni esfuerzo. Eso acaba dejando al practicante viviendo dentro de los límites de su mente, con el inevitable miedo, apego y mezquindad. Sí, es cierto que a veces experimentamos dolor durante nuestra práctica al esforzarnos y ejercitar la voluntad. El Yoga tiene por objeto la purificación del cuerpo y su exploración, así como el refinamiento de la mente. Eso requiere fuerza de voluntad, tanto para observar como para soportar el dolor físico sin agravarlo. Sin cierta cantidad de estrés no puede experimentarse la auténtica asana, y la mente permanecerá encerrada en sus limitaciones, sin traspasar sus propias fronteras.

Fuente: "Luz sobre la vida" - B.K.S. Iyengar




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