sábado, 9 de febrero de 2013

MAESTRÍA EN YOGASANA - part VIII: "Haz el asana con el alma"

En la práctica de asana y pranayama debemos tener la impresión de que trabajamos con lo externo para acercarnos a la realidad interior de nuestra existencia. Así es. Trabajamos desde la periferia hacia el núcleo. El cuerpo material tiene una realidad práctica accesible. Está aquí y ahora, y podemos hacer algo con él. No obstante, no debemos olvidar que la parte más interna de nuestro ser también intenta ayudarnos. Quiere asomar a la superficie y expresarse.

En ejemplo de la postura del triángulo (trikonasana) nos fijamos que, a causa de la postura con nuestra anatomía, todos caemos en las mismas trampas. Nuestro cuerpo parece tratar de caer hacia delante. Nuestro cuerpo no quiere abrirse de la manera que vemos en un asana expresada perfectamente, así que nos aplicamos y aprendemos los ajustes que harán que se abra todo el cuerpo. Extendemos y corregimos el brazo, alargamos el pecho y abrimos la pelvis. Pero también, durante el proceso de aprendizaje aplicado, abrimos nuestra mente y nuestra inteligencia. Una abertura es como un portal, y no existe un portal por el que sólo puedas entrar pero no salir. Sí, intentamos entrar pero ¿qué es lo que intenta salir a nuestro encuentro? Es la luz de la envoltura más íntima de beatitud (ananda), que quiere brillar. Por lo general somos como una lámpara cubierta; nuestra luz interior es invisible. Al crear una abertura se retira la cubierta y la luz de la lámpara puede iluminar el exterior.

También deberíamos considerar hasta qué punto está dispuesto a ayudarnos el corazón de la naturaleza (prakriti). La vital de la naturaleza es un poder iniciático (prerana), una fuerza motriz, una incitación a la creación. Escucha nuestra llamada y la contesta en proporción al valor e intención con la que fue invocada. Responde al empleo de nuestra fuerza de voluntad, de manera que un estudiante entusiasta recibe beneficios más elevados que otro tibio. Hay un dicho: "Dios ayuda a los que se ayudan". También vale para la naturaleza.


Cuando haces un asana correctamente, el Sí-mismo se abre por sí mismo; eso es yoga divino. En ese caso el que realiza el asana es el Sí-mismo, no el cuerpo ni el cerebro. El Sí-mismo incluye a todos y cada uno de los poros de la piel. La disciplina espiritual comienza cuando los ríos de la mente y del cuerpo quedan sumergidos en el mar del núcleo. No existe una disciplina espiritual espacial. Cuando pasividad, ensimismamiento y tranquilidad en el cuerpo y la mente, no hay que quedarse ahí, sino avanzar. Ahí es donde empieza la experiencia espiritual en el yoga. Práctica espiritual en acción. Utilizo el cuerpo para disciplinar la mente y alcanzar el alma. Las asanas, cuando se realizan con intención correcta, ayudan a transformar a un individuo, alejando a la persona de una mera consciencia corporal, hacia la consciencia del alma. En realidad, el cuerpo es el arco, el asana la flecha y el alma la diana.


Un asana debe ser honesta y virtuosa. Con honesta quiero decir que debe ser verdadera. No debes engañar ni fingir  Debes llenar hasta el último centímetro del cuerpo con el asana, desde el pecho y los brazos hasta las piernas y la punta de los dedos de manos y pies, de manera que el asana irradie desde lo más profundo de tu cuerpo y llene todo el diámetro y la circunferencia de tu miembros. Debes sentir tu inteligencia, percepción consciente y tu consciencia en cada centímetro de tu cuerpo.

Con virtuosa quiero decir que debe realizarse con la intención correcta, no por el ego ni para impresionar, sino por el Sí-mismo y para acercarse a Dios. De este modo el asana se convierte en una ofrenda sagrada. Entregamos nuestros egos. Ésta es la suprema devoción por Dios (isvara pranidhana).

El aasna no debe ser realizada sólo por la mente o por el cuerpo. Tu debes estar en ella. Tú debes realizar el asana con tu alma. ¿Cómo ejecutar un asana con el alma? Sólo podemos hacerlo con el órgano del cuerpo más cercano al alma: el corazón. Así que un asana virtuosa se realiza desde el corazón y no desde la cabeza. Así no solo la estás haciendo, sino que estás en ella. Mucha intenta pensar cómo llegar al asana, pero lo que hay que hacer es sentirse en ella con amor y devoción.

De esta manera trabajarás desee tu corazón y no desde tu cerebro, para crear armonía. La serenidad en el cuerpo es la señal de la tranquilidad espiritual. Mientras no sientas serenidad en el cuerpo, en todas y cada una de las articulaciones, no habrá posibilidad de emancipación. Estarás sometido. Así que mientras estés sudando y dolorido, deja que tu corazón está ligero y permítete llenarte el cuerpo de alegría. No sólo estarás haciéndote libre, sino que también estarás siendo libre. ¿Qué te impide sentirte feliz? El dolor es temporal, la libertad, permanente.

Fuente: "Luz sobre la vida" - B.K.S. Iyengar

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